Page 69 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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EL PRINCIPE 31
primer lugar, que un nuevo sucesor en el papado le fuera
hostil e intentara arrebatarle lo que Alejandro le había
dado. De ello procuró protegerse de cuatro maneras: pri-
mero, exterminando las familias de aquellos señores a los
que había expoliado para evitar al nuevo Papa posibilidad
alguna de restitución; segundo, ganarse a codos los nobles
de Roma, como se ha dicho, para poder así dominar al
Papa; tercero, controlar al máximo el Colegio Cardenali-
cio; cuarto, adquirir suficientes poderes antes de la muerte
del Papa para resistir por sí solo un primer ataque. De es-
tas cuatro cosas, a la muerte de Alejandro había consegui-
do tres; la cuarta estaba a punto de conseguirla; porque de
los señores expoliados mató a cuantos pudo atrapar, y po-
quísimos se salvaron; se había ganado a los nobles roma-
nos y en el Colegio Cardenalicio tenía grandísima influen-
cia; y en lo referente a las nuevas adquisiciones, había pro-
yectado convertirse en señor de la Toscana, poseía ya Pe-
rusa y Piombino y había tomado a Pisa bajo su protección.
Y si no hubiera habido de tener miedo de Francia (que no
tenía porqué tenérselo, al ser ya los franceses desposeídos
del Reino de Nápoles por los españoles, de manera que
tanto unos como otros tenían necesidad de comprar su
amistad) hubiera saltado sobre Pisa. Después de esto, Luc-
ca y Siena cederían rápidamente, en parte por envidia de
los florentinos, en parte por miedo; los florentinos no te-
nían remedio. De haber conseguido todo esto (y lo habría
conseguido aquel mismo año en que Alejandro murió) hu-
biera adquirido tantas fuerzas y tal reputación, que se ha-
bría mantenido en el poder por sí mismo y no habría te-
nido jamás que depender de la fortuna y de las fuerzas de
otros sino de su poder y de su virtud.
Pero Alejandro murió cinco años después de que él hu-
biera empezado a desenvainar la espada. Lo dejó con sólo
el estado de Romaña consolidado y con los demás en el
aire, entre dos potentísirnos ejércitos enemigos y enfermo
de muerte. Tenía el duque un carácter tan indómito y tanta
virtud y sabía tan bien que a los hombres hay que ganár-
selos o destruirles, y tan válidos eran los cimientos que en
tan poco tiempo se había creado, que si no hubiera tenido