Page 97 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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de las que el príncipe ha de guardarse, como diremos más
adelante>; porque entre un hombre armado y uno desar-
mado no hay proporción alguna, y no es razonable que
quien está armado obedezca de buen grado a quien está de-
sarmado, ni que el desarmado se sienta seguro entre servi-
dores armados; ya que, habiendo en uno desdén y en el otro
temor, no es posible que juntos actúen bien. Por eso un
príncipe que desconozca el arte de la milicia, además de las
otras desgracias de las que hemos hablado, jamás podrá ser
estimado por sus soldados ni tampoco fiarse de ellos.
Por lo tanto, nunca debe apartar su pensamiento del ejer-
cicio de la guerra: y en época de paz deberá ejercitarse en
ello con mayor ahínco que durante la guerra, lo que puede
hacer de dos maneras: con la acción y con la mente En lo
6.
que se refiere a la acción, además de tener a sus soldados
bien organizados y ejercitados, deberá ir siempre de caza
para acostumbrar el cuerpo a las mcornodidades; y conocer
al mismo tiempo la naturaleza de los distintos lugares y sa-
ber dónde se alzan las montañas, cómo se abren los valles,
por dónde se extienden las llanuras, estudiando la natura-
leza de los ríos y pantanos; y en todo eso ha de poner sumo
cuidado. Este conocimiento es útil en dos sentidos: en pri-
mer lugar se aprende a conocer el propio país y así se pue-
de atender mejor a su defensa; y además gracias al cono-
cimiento y familiaridad con aquellos lugares podrá con fa-
cilidad comprender cualquier otro nuevo territorio que haya
de explorar. Porque las colinas, los valles, las llanuras, los
ríos y los pantanos que hay, por ejemplo en Toscana, fie-
nen cierta semejanza con los de otras regiones; de manera
que del conocimiento del terreno de una provincia, se pue-
de fácilmente llegar al conocimiento de las demás. Y el
príncipe que carece de esta habilidad carece de la primera
condición necesaria a todo capitán, porque esta habilidad
enseña a descubrir al enemigo, encontrar alojamientos
~ Capítulo XIX del Principe.
6 Es evidente, aquí y al final del capítulo, la influencia de la Ciropediu
de Jenofonte; que alcanza también a Discorsi, III, 39 y al Arte della gue-
rra, V.