Page 127 - El fin de la infancia
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índice de nacimientos, alimento de la población, etc. Por suerte me acompañaba
Harrison, el secretario, que se había llevado todos los informes anuales desde los
orígenes de la colonia. Tendrías que haberlos oído, intercambiando estadísticas. El
inspector nos pidió que le prestáramos los informes y apuesto a que mañana será
capaz de citarnos cualquier cifra de memoria. Esas hazañas mentales me parecen
terriblemente depresivas.
Sen bostezó y comenzó a comer con desgano.
—Mañana será un día más interesante. Vamos a visitar los colegios y la
Academia. Entonces seré yo quien hará las preguntas. Me gustaría saber cómo
educan los superseñores a sus niños... Siempre, claro, que tengan niños.
Charles Sen no llegó a saberlo, pero en otros asuntos el inspector se mostró
bastante hablador. Evadía las cuestiones embarazosas con una amabilidad realmente
agradable, y de pronto, de un modo inesperado, parecía confiarse de veras.
El primer momento real de intimidad sobrevino cuando estaba alejándose de la
escuela.
—Es una gran responsabilidad —había hecho notar el doctor Sen— entrenar a
estas jóvenes mentes para el futuro. Por suerte los seres humanos tienen una
resistencia notable. Se necesita una educación muy mala para que el daño sea
permanente. Aun en el caso de que nuestras miras sean erróneas, nuestras pequeñas
víctimas sabrán probablemente superarlas. Como usted ha visto, parecen ser
perfectamente felices. —Sen hizo una pausa y lanzó una mirada intencionada hacia la
alta figura de su pasajero. El inspector estaba totalmente envuelto en una brillante
ropa plateada, de tal modo que no exponía a la luz del sol ni un sólo centímetro de su
piel. Detrás de los anteojos oscuros el doctor Sen sintió la presencia de dos grandes
ojos que lo miraban sin emoción, o con una emoción que él no entendía—. Nuestros
problemas al educar a estos niños tienen que ser, me parece, muy similares a los de
ustedes cuando se enfrentaron con la raza humana. ¿Está usted de acuerdo conmigo?
—En ciertos aspectos —admitió el superseñor gravemente—. En otros puede
encontrarse una comparación más exacta en la historia de las potencias coloniales.
Por esta razón el imperio romano y el británico nos han interesado siempre mucho. El
caso de la India es particularmente instructivo. Lo que más nos diferencia de los
británicos es que estos no tenían verdaderas razones para meterse en la India; no
razones conscientes, por lo menos, excepto algunos objetivos triviales y sin
importancia, como el comercio y la hostilidad hacia las otras potencias europeas. Se
encontraron en posesión de un imperio antes de tiempo y no fueron realmente felices
hasta que se libraron de él.
—¿Y se librarán ustedes de su imperio —preguntó el doctor Sen sin poder resistir
la oportunidad— cuando llegue la hora?
—Sin la menor duda —replicó el inspector.
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