Page 130 - El fin de la infancia
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le había ocurrido hacerle a Jeff alguna pregunta, y el niño lo pensó bastante,
seguramente, antes de decidirse a hablar.
—Papá —le dijo a George, poco antes de irse a la cama—, ¿te acuerdas del
superseñor que vino a vernos?
—Sí —replicó George ásperamente.
—Bueno, fue a nuestro colegio, y oí como hablaba con uno de los profesores. No
entendí realmente lo que decía, pero reconocí la voz. Fue la que me dijo que corriera
cuando venía la ola.
—¿Estás seguro?
Jeff titubeó un momento.
—No del todo. Pero si no era él, era otro de los superseñores. No sabía realmente
si tenía que darle las gracias. Pero ahora ya se ha ido ¿no?
—Sí —dijo George—, temo que sí. Quizá tengamos, sin embargo, alguna otra
ocasión. Ahora véte a la cama como un buen muchacho, y no vuelvas a pensar en eso.
Cuando Jeff, felizmente, desapareció, y luego de haber atendido a Jenny, Jean
vino a sentarse en la alfombra junto a la silla de George, apoyándose en sus piernas.
George pensaba que era una costumbre espantosamente sentimental, pero no había
por qué hacer una escena. Se contentó con mostrar la dureza de sus rodillas.
—¿Qué piensas ahora? —preguntó Jean con voz fatigada y sin entonación—.
¿Crees que ha ocurrido de veras?
—Ha ocurrido —replicó George—, pero quizá nos preocupamos tontamente. Al
fin y al cabo, la mayor parte de los padres tienen razones para mostrarse
agradecidos... y, por supuesto, yo también me siento agradecido. La explicación
puede ser muy simple. Sabemos que los superseñores tenían interés en la colonia, así
que podían estar observándonos, a pesar de aquella promesa. Si alguno rondaba con
uno de esos aparatos, y vio venir la ola, es natural que advirtiesen a Jeff que estaba en
peligro.
—Pero conocían el nombre de Jeff, no lo olvides. No, nos observan. Hay algo
raro en nosotros, algo que atrae su atención. Lo he sentido desde la fiesta de Rupert.
Es gracioso ver cómo aquella fiesta alteró nuestra existencia.
George miró a su mujer con simpatía, pero nada más. Cuánto se podía cambiar,
pensó, en tan poco tiempo. Le tenía cariño a Jean; había educado a sus hijos y era
ahora parte de su vida. Pero de aquel amor que una persona no muy claramente
recordaba, y de nombre George Greggson, había sentido una vez hacia un sueño
descolorido llamado Jean Morrel, ¿qué quedaba ahora? Su amor estaba dividido entre
Jeff y Jennifer por una parte... y Carolle por la otra. No creía que Jean supiese algo de
Carolle, y tenía la intención de decírselo antes que alguien se le adelantase. Pero por
algún motivo nunca encontraba el momento adecuado.
—Muy bien, observan a Jeff, lo protegen en realidad. ¿No crees que eso debe de
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