Page 129 - El fin de la infancia
P. 129
artistas son anormales, y todos los hombres son artistas, tenemos aquí un interesante
silogismo.
Todos esperaron a que el inspector terminase de hablar. Pero, cuando les
convenía, los superseñores podían mostrar un tacto impecable.
El inspector aguantó el concierto con todo éxito, lo que no se podía decir de
muchos de los seres humanos que formaban el auditorio. La única concesión al gusto
popular había sido la Sinfonía de los salmos de Stravinsky; el resto del programa era
agresivamente actual. Cualesquiera que fuesen los méritos de la música, la ejecución
había sido magnífica. La satisfacción que sentía la colonia de poseer algunos de los
mejores músicos del mundo, tenía su base. Había habido numerosas disputas entre
varios compositores por el honor de ser incluidos en el programa, aunque algunos
cínicos pensaban si se trataría realmente de un honor. Pues nadie podía afirmar que
los superseñores no fuesen musicalmente sordos.
Sin embargo, después del concierto, Thanthalteresco buscó a los tres
compositores que habían figurado en el programa y los felicitó por su "gran
inventiva". Los músicos se retiraron complacidos, pero también un poco
desconcertados.
George Greggson no pudo encontrarse con el inspector hasta tres días más tarde.
El teatro había preparado algo así como distintas carnes a la parrilla, en lugar de un
plato único: dos piezas en un acto, un número por un imitador mundialmente famoso,
y una escena de ballet. Una vez más todas las partes fueron insuperablemente
ejecutadas y la predicción de uno de los críticos: —Al fin descubriremos si los
superseñores bostezan— no se cumplió. En realidad, el inspector se rió varias veces,
y en los momentos adecuados.
Y sin embargo, nadie podía estar seguro. Era posible que el superseñor
interpretara una comedia, guiándose sólo por la lógica, y manteniendo al margen sus
propias y extrañas emociones, como un antropólogo que participa en un rito
primitivo. El hecho de que emitiese los sonidos apropiados, y de que reaccionara
correctamente no demostraba nada.
Aunque George estaba decidido a conversar con el inspector no pudo hacerlo.
Después de la representación intercambiaron unas pocas palabras, a modo de saludo,
y luego el visitante fue arrebatado por el público. Era imposible separarlo de su
círculo, y George volvió a su casa sintiéndose totalmente derrotado. No sabía muy
bien qué podría haber dicho, si hubiese encontrado una oportunidad; pero de algún
modo, estaba seguro, hubiese desviado la conversación hacia Jeff. Y ahora ya nada
era posible.
El mal humor le duró dos días. La máquina voladora del inspector partió entre
numerosas protestas de mutuo respeto antes que se produjera el episodio. A nadie se
www.lectulandia.com - Página 129