Page 150 - El fin de la infancia
P. 150

22




               La nave de los superseñores vino, dejando una brillante estela meteórica, desde el
           corazón de Carina había iniciado su tremenda deceleración al llegar a los planetas

           exteriores,  pero  al  pasar  junto  a  Marte  aún  poseía  una  apreciable  fracción  de  la
           velocidad de la luz. Lentamente, los inmensos campos gravitatorios que rodeaban el

           Sol absorbieron las fuerzas creadas por la nave, mientras la energía dejada atrás, y
           por un millón de kilómetros, pintaba el firmamento con sus fuegos.
               Jan  Rodricks  estaba  regresando,  seis  meses  más  viejo,  al  mundo  que  había
           abandonado ochenta años atrás.

               Esta vez ya no era un polizón, escondido en una cámara secreta. De pie, detrás de
           los tres pilotos (¿por qué, se preguntaba, necesitarían tantos?) observaba las figuras

           que iban y venían por la pantalla, con colores y formas que no tenían, para él, ningún
           sentido. Jan presumía que encerraban la información que en una nave diseñada por
           hombres hubiese requerido varios tableros de instrumentos. Pero a veces la pantalla

           mostraba los campos estelares más próximos, y Jan tenía la esperanza de que muy
           pronto apareciese allí la Tierra.
               Estaba contento de volver a pesar del trabajo que le había costado salir. En estos

           pocos  meses  había  cambiado  mucho.  Había  visto  muchas  cosas,  había  recorrido
           distancias muy largas, y ahora sentía la nostalgia del viejo hogar. Comprendía ya por
           qué los superseñores habían cerrado a los hombres el camino de las estrellas,

               Era posible —aunque se rehusaba a aceptarlo— que la humanidad nunca pudiese
           ser sino una especie inferior, preservada en un alejado parque zoológico donde los
           superseñores  harían  de  guardianes.  Quizá  era  eso  lo  que  había  querido  decirle

           Vindarten cuando le advirtió ambiguamente, poco antes de su partida:
               —Pueden haber pasado muchas cosas en la Tierra. Quizá no la reconozca.
               Quizá  no,  reflexionó  Jan.  Había  pasado  mucho  tiempo,  y  aunque  era  joven  y

           adaptable, podía tardar en comprender todos los cambios. Pero de algo estaba seguro:
           los  hombres  querrían  oír  su  historia,  saber  qué  había  visto  en  el  mundo  de  los
           superseñores.

               Lo habían tratado bien, tal como lo había esperado. Del viaje de ida había sabido
           muy  poco.  Cuando  se  desvanecieron  los  efectos  de  la  inyección,  la  nave  estaba
           entrando  ya  en  el  sistema  de  los  superseñores.  Había  emergido  de  su  fantástico

           escondite descubriendo con alivio que no necesitaba recurrir al aparato de oxígeno. El
           aire era denso y pesado, pero podía respirar sin dificultad. En la enorme bodega de la
           nave, iluminada de rojo, había otras innumerables cajas y todo el cargamento que era

           posible encontrar en un crucero del espacio o en un crucero marítimo. Había tardado
           casi una hora en encontrar el cuarto de navegación.
               Los pilotos no demostraron ninguna sorpresa. Jan se asombró. Sabía que estos




                                        www.lectulandia.com - Página 150
   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154   155