Page 150 - El fin de la infancia
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La nave de los superseñores vino, dejando una brillante estela meteórica, desde el
corazón de Carina había iniciado su tremenda deceleración al llegar a los planetas
exteriores, pero al pasar junto a Marte aún poseía una apreciable fracción de la
velocidad de la luz. Lentamente, los inmensos campos gravitatorios que rodeaban el
Sol absorbieron las fuerzas creadas por la nave, mientras la energía dejada atrás, y
por un millón de kilómetros, pintaba el firmamento con sus fuegos.
Jan Rodricks estaba regresando, seis meses más viejo, al mundo que había
abandonado ochenta años atrás.
Esta vez ya no era un polizón, escondido en una cámara secreta. De pie, detrás de
los tres pilotos (¿por qué, se preguntaba, necesitarían tantos?) observaba las figuras
que iban y venían por la pantalla, con colores y formas que no tenían, para él, ningún
sentido. Jan presumía que encerraban la información que en una nave diseñada por
hombres hubiese requerido varios tableros de instrumentos. Pero a veces la pantalla
mostraba los campos estelares más próximos, y Jan tenía la esperanza de que muy
pronto apareciese allí la Tierra.
Estaba contento de volver a pesar del trabajo que le había costado salir. En estos
pocos meses había cambiado mucho. Había visto muchas cosas, había recorrido
distancias muy largas, y ahora sentía la nostalgia del viejo hogar. Comprendía ya por
qué los superseñores habían cerrado a los hombres el camino de las estrellas,
Era posible —aunque se rehusaba a aceptarlo— que la humanidad nunca pudiese
ser sino una especie inferior, preservada en un alejado parque zoológico donde los
superseñores harían de guardianes. Quizá era eso lo que había querido decirle
Vindarten cuando le advirtió ambiguamente, poco antes de su partida:
—Pueden haber pasado muchas cosas en la Tierra. Quizá no la reconozca.
Quizá no, reflexionó Jan. Había pasado mucho tiempo, y aunque era joven y
adaptable, podía tardar en comprender todos los cambios. Pero de algo estaba seguro:
los hombres querrían oír su historia, saber qué había visto en el mundo de los
superseñores.
Lo habían tratado bien, tal como lo había esperado. Del viaje de ida había sabido
muy poco. Cuando se desvanecieron los efectos de la inyección, la nave estaba
entrando ya en el sistema de los superseñores. Había emergido de su fantástico
escondite descubriendo con alivio que no necesitaba recurrir al aparato de oxígeno. El
aire era denso y pesado, pero podía respirar sin dificultad. En la enorme bodega de la
nave, iluminada de rojo, había otras innumerables cajas y todo el cargamento que era
posible encontrar en un crucero del espacio o en un crucero marítimo. Había tardado
casi una hora en encontrar el cuarto de navegación.
Los pilotos no demostraron ninguna sorpresa. Jan se asombró. Sabía que estos
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