Page 160 - El fin de la infancia
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—En los primeros días —dijo Karellen— podíamos andar entre ellos. Pero ya no
nos necesitan; nuestra tarea terminó cuando los reunimos y les entregamos un
continente. Mire.
La pared situada ante Jan desapareció. Estaba mirando un valle hermosamente
arbolado desde una altura de unos pocos centenares de metros. La ilusión era tan
perfecta que sufrió un vértigo momentáneo.
—Han pasado cinco años y se ha iniciado la segunda fase.
Había unas móviles figuras allá abajo, y la cámara descendió hacia ellas como un
pájaro de presa.
—Sentirá usted cierta angustia —dijo Karellen—, pero recuerde que no puede
aplicar aquí sus normas mentales. No está viendo a niños humanos.
Sin embargo, ésa fue la primera impresión que tuvo Jan, y ningún razonamiento
lógico pudo impedirlo. Podían haber sido salvajes, entregados a una danza ritual muy
compleja. Estaban desnudos y sucios y unos mechones de pelo les caían sobre los
ojos. Jan creyó notar que los había de todas las edades, desde los cinco a los quince
años; sin embargo todos se movían con la misma rapidez, la misma precisión, y una
total indiferencia.
Entonces Jan les vio las caras. Tragó saliva con dificultad y se obligó a sí mismo
a no darse vuelta. Eran unas caras más vacías que las de los muertos, pues las
facciones de los cadáveres están cinceladas por los años, y siguen hablando cuando
los labios han enmudecido. No había aquí más emoción o sentimiento que en la cara
de un insecto o una serpiente. Hasta los superseñores eran más humanos.
—Está usted buscando algo que ya no está ahí —dijo Karellen—. Recuerde que
no tienen más individualidad que las células de un cuerpo.
—¿Por qué se mueven así?
—Lo llamamos la danza larga —replicó Karellen—. Nunca duermen, y esto duró
casi un año. Son trescientos millones que se mueven en determinadas figuras. Hemos
analizado esas figuras una y otra vez, pero no descubrimos nada. Quizá porque sólo
advertimos la apariencia física, la porción que está aquí, en la Tierra. Es posible que
lo que llamamos la supermente esté todavía preparándolos, moldeándolos para que
formen una simple unidad antes de absorberlos.
—¿Pero cómo hacían con la comida? ¿Y qué ocurría si chocaban con algún
obstáculo como árboles o rocas, o si caían en el agua?
—El agua no importaba, no podían ahogarse. Cuando encontraban un obstáculo
se lastimaban a veces, pero no lo advertían. En cuanto a la comida... bueno, los
animales y las frutas abundaban allí. Pero ahora dejaron atrás esas necesidades. Pues
la comida es ante todo una fuente de energía, y han aprendido a recurrir a fuentes
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