Page 166 - El fin de la infancia
P. 166

24




               Fue Rashaverak quien trajo a Jan las noticias. Jan ya las había sospechado. Al
           comenzar la madrugada se había despertado en medio de una pesadilla y no había

           vuelto a dormirse. No podía recordar el sueño, lo que era muy raro, pues Jan creía
           que era posible acordarse de todos los sueños, por lo menos enseguida de despertar.

           Sólo  recordaba  que  había  vuelto  a  ser  niño  y  que  se  encontraba  en  una  vasta  y
           desierta  llanura,  escuchando  una  voz  potente  que  lo  llamaba  en  un  lenguaje
           desconocido.
               El sueño lo había perturbado; se preguntó si no sería la primera embestida de la

           soledad. Salió impaciente de la villa y fue hacia los prados solitarios.
               Una luna llena bañaba el campo con una luz dorada tan brillante que Jan podía

           ver  sin  dificultad.  El  inmenso  y  resplandeciente  cilindro  de  la  nave  de  Karellen
           descansaba  entre  los  edificios  de  la  base,  alzándose  por  encima  de  ellos  y
           reduciéndolos  a  proporciones  humanas.  Jan  miró  la  nave  tratando  de  recordar  las

           emociones  que  le  había  despertado  alguna  vez.  Tiempo  atrás,  esta  nave  le  había
           parecido una meta inaccesible, un símbolo de lo que nunca llegaría a realizar. Y ahora
           no significaba nada.

               ¡Qué silenciosa y tranquila parecía! Los superseñores, naturalmente, estarían tan
           ocupados como de costumbre, pero por el momento no se advertía su presencia. Era
           como si Jan estuviese solo... Y lo estaba de veras, y en un sentido muy real. Alzó los

           ojos hacia la luna buscando algo conocido y amable.
               Allá estaban los viejos y bien recordados mares. Había estado en el espacio, a
           cuarenta años luz de la Tierra, y nunca había pisado esas silenciosas y polvorientas

           llanuras situadas a menos de dos segundos luz. Durante un momento se entretuvo
           tratando de localizar el cráter Tycho. Cuando llegó a descubrirlo le asombró ver que
           aquella mancha brillante se encontraba lejos del centro de la Luna. Y notó entonces

           que faltaba el óvalo oscuro del Mare Crisium.
               La cara que el satélite volvía ahora hacia la Tierra no era la que había mirado al
           mundo desde los comienzos de la vida. La Luna había comenzado a girar sobre su

           eje.
               Eso sólo podía significar una cosa. En el otro extremo de la Tierra, en los campos
           a los que habían despojado tan rápidamente de toda vida, ellos estaban saliendo del

           trance. Así como un niño al despertar estira sus brazos para saludar el nuevo día, así
           ellos  estaban  también  flexionando  músculos  y  ensayando  poderes  recientemente
           descubiertos.

               —Su suposición es correcta —dijo Rashaverak—. Es peligroso que sigamos aquí.
           Pueden ignorarnos un tiempo, pero no queremos arriesgarnos. Saldremos tan pronto
           como  terminemos  de  cargar  nuestro  equipo,  probablemente  dentro  de  dos  o  tres




                                        www.lectulandia.com - Página 166
   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170   171