Page 45 - El fin de la infancia
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Sólo ahora comenzaba a comprender la sutileza de la solución ofrecida por los
           superseñores. Se tomaban el tiempo que creían necesario, y privaban de su base a la
           Liga de la Libertad. Stormgren no creía que la Liga capitulara, pero su posición se

           debilitaría muchísimo. Era indudable que Wainwright no pensaba otra cosa.
               —En  cincuenta  años  —dijo  el  hombre  amargamente—  el  daño  estará  hecho.
           Aquellos  que  aún  recuerdan  nuestra  independencia  habrán  desaparecido;  la

           humanidad habrá olvidado sus tradiciones.
               Palabras,  palabras  vacías,  pensó  Stormgren.  Palabras  por  las  que  los  hombres
           habían luchado y habían muerto, y por las que nunca volverían a luchar y a morir otra

           vez. Y el mundo sería mejor así.
               Mientras veía alejarse a Wainwright, Stormgren se preguntó cuánto daño haría
           aún la Liga de la Libertad. Pero ése, pensó aliviado, era un problema que concernía a

           su sucesor.
               Había  algunas  cosas  que  sólo  el  tiempo  podría  curar.  Era  posible  destruir  la

           maldad, pero nada podía hacerse con los que vivían engañados.
               —Aquí está tu portafolio —dijo Duval—. Intacto.





               —Gracias  —respondió  Stormgren,  examinándolo  cuidadosamente—.  Ahora
           espero que me digas de qué se trata y qué nos queda todavía por hacer.
               El físico parecía más interesado en sus propios pensamientos.

               —Lo que no puedo comprender —dijo— es lo fácil que ha resultado todo. Si yo
           fuese Karellen...
               —Pero no lo eres. Vamos, al asunto ¿Qué hemos descubierto?

               —¡Ay,  estas  excitables  y  supersensitivas  razas  nórdicas!  —suspiró  Duval—
           Hemos usado un aparato de radar de baja potencia. junto con las ondas de radio de
           frecuencia muy alta, utilizamos las infrarrojas... en fin, todas las ondas que deben de

           ser invisibles para cualquier criatura, aun aquellas dotadas de ojos muy raros.
               —¿Cómo puedes estar seguro? —preguntó Stormgren, interesándose a pesar de sí
           mismo en aquel problema técnico.

               —Bueno...  no  podemos  estar  completamente  seguros  —admitió  Duval  con
           desgano—. Pero Karellen te ve bajo una luz normal, ¿no es as¡? Así que sus ojos, con
           relación al espectro, tienen que ser parecidos a los ojos de los terrestres. De todos

           modo,  dio  resultado.  Hemos  comprobado  que  detrás  de  esa  pantalla  hay  una  gran
           habitación. La pantalla tiene unos tres centímetros de espesor, y el espacio que se
           extiende al otro lado tiene por lo menos unos diez metros de longitud. No pudimos

           recoger  ningún  eco  de  esa  distante  pared,  ya  que  usamos  un  radar  de  muy  poca
           potencia. Sin embargo, hemos obtenido esto.
               Duval mostró un trozo de papel fotográfico en el que se veía una simple línea

           ondulada.  En  un  punto  la  línea  se  torcía  levemente  como  la  gráfica  de  un  débil


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