Page 120 - Crepusculo 1
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JUEGOS MALABARES

                     — ¡Billy! —le llamó Charlie tan pronto como se bajó del coche.
                     Me volví hacia la casa y, una vez me hube guarecido debajo del porche, hice señales a
               Jacob para que entrase. Oí a Charlie saludarlos efusivamente a mis espaldas.
                     —Jake, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobación.
                     —En  la  reserva  conseguimos  muy  pronto  los  permisos  de  conducir  —replicó  Jacob
               mientras yo abría la puerta y encendía la luz del porche.
                     —Seguro que sí —se rió Charlie.
                     —De alguna manera he de dar una vuelta.
                     A pesar de los años transcurridos, reconocí con facilidad la voz retumbante de Billy. Su
               sonido me hizo sentir repentinamente más joven, una niña.
                     Entré en la  casa, dejando abierta la puerta detrás  de mí,  y  fui encendiendo las luces
               antes  de  colgar  mi  cazadora.  Luego,  permanecí  en  la  puerta,  contemplando  con  ansiedad
               cómo Charlie y Jacob ayudaban a Billy a salir del coche y a sentarse en la silla de ruedas.
                     Me aparté del camino mientras entraban a toda prisa sacudiéndose la lluvia.
                     —Menuda sorpresa —estaba diciendo Charlie.
                     —Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confío en que no sea un mal momento —
               respondió Billy, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mí.
                     —No, es magnífico. Espero que os podáis quedar para el partido.
                     Jacob mostró una gran sonrisa.
                     —Creo que ése es el plan... Nuestra televisión se estropeó la semana pasada.
                     Billy le dirigió una mueca a su hijo y añadió:
                     —Y, por supuesto, Jacob deseaba volver a ver a Bella.
                     Jacob  frunció  el  ceño  y  agachó  la  cabeza  mientras  yo  reprimía  una  oleada  de
               remordimiento. Tal vez había sido demasiado convincente en la playa.
                     —  ¿Tenéis  hambre?  —pregunté  mientras  me  dirigía  hacia  la  cocina,  deseosa  de
               escaparme de la inquisitiva mirada de Billy.
                     —No, cenamos antes de venir —respondió Jacob.
                     — ¿Y tú, Charlie? —le pregunté de refilón al tiempo que doblaba la esquina a toda prisa
               para escabullirme.
                     —Claro  —replicó.  Su  voz  se  desplazó  hacia  la  habitación  de  en  frente,  hacia  el
               televisor. Oí cómo le seguía la silla de Billy.
                     Los sandwiches de queso se estaban tostando en la sartén mientras cortaba en rodajas un
               tomate cuando sentí que había alguien a mis espaldas.
                     —Bueno, ¿cómo te va todo? —inquirió Jacob.
                     —Bastante bien —sonreí. Era difícil resistirse a su entusiasmo—. ¿Y a ti? ¿Terminaste
               el coche?
                     —No —arrugó la frente—. Aún necesito piezas. Hemos pedido prestado ése —comentó
               mientras señalaba con el pulgar en dirección al patio delantero.
                     —Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. ¿Qué es lo que estáis buscando?
                     —Un cilindro maestro —sonrió de oreja a oreja y de repente añadió—: ¿Hay algo que
               no funcione en el monovolumen?
                     —Ah. Me lo preguntaba al ver que no lo conducías.
                     Mantuve la vista fija en la sartén mientras levantaba el extremo de un sándwich para
               comprobar la parte inferior.




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