Page 125 - Crepusculo 1
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—Sí —alzó el rostro, por un momento estuvo serio, pero luego cambió de estado de
               ánimo  y  sonrió—.  Probablemente  sea  lo  mejor.  En  Biología  aún  nos  quedan  por  soportar
               quince minutos de esa espantosa película. No creo que lo aguante más.
                     Me llevé un susto. De repente, Alice se encontraba en pie detrás del hombro de Edward.
               Su pelo corto y de punta, negro como la tinta, rodeaba su exquisita, delicada y pequeña faz
               como un halo impreciso. Su delgada figura era esbelta y grácil incluso en aquella absoluta
               inmovilidad. Edward la saludó sin desviar la mirada de mí.
                     —Alice.
                     —Edward —respondió ella. Su aguda voz de soprano era casi tan atrayente como la de
               su hermano.
                     —Alice, te presento  a Bella... Bella,  ésta es Alice  —nos  presentó  haciendo un gesto
               informal con la mano y una seca sonrisa en el rostro.
                     —Hola, Bella —sus brillantes ojos de color obsidiana eran inescrutables, pero la sonrisa
               era cordial—. Es un placer conocerte al fin.
                     Edward le dirigió una mirada sombría.
                     —Hola, Alice —musité con timidez.
                     — ¿Estás preparado? —le preguntó.
                     —Casi —replicó Edward con voz distante—. Me reuniré contigo en el coche.
                     Alice se alejó sin  decir  nada más. Su andar  era tan flexible  y sinuoso  que sentí una
               aguda punzada de celos.
                     —Debería  decir  «que  te  diviertas»,  ¿o  es  el  sentimiento  equivocado?  —le  pregunté
               volviéndome hacia él.
                     —No, «que te diviertas» es tan bueno como cualquier otro.
                     Esbozó una amplia sonrisa.
                     —En tal caso, que te diviertas.
                     Me esforcé en parecer sincera, pero, por supuesto, no le engañé.
                     —Lo intentaré —seguía sonriendo—. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor.
                     —A salvo en Forks... ¡Menudo reto!
                     —Para ti lo es —el rostro se endureció—. Prométemelo.
                     —Prometo que intentaré mantenerme ilesa —declamé—. Esta noche haré la colada...
               Una tarea que no debería entrañar demasiado peligro.
                     —No te caigas dentro de la lavadora —se mofó.
                     —Haré lo que pueda.
                     Se puso en pie y yo también me levanté.
                     —Te veré mañana —musité.
                     —Te parece mucho tiempo, ¿verdad? —murmuró.
                     Asentí con desánimo.
                     —Por la mañana, allí estaré —me prometió esbozando su sonrisa picara.
                     Extendió la mano a través de la mesa para acariciarme la cara, me rozó levemente los
               pómulos y luego se dio la vuelta y se alejó. Clavé mis ojos en él hasta que se marchó.
                     Sentí la enorme tentación de hacer novillos el resto del día, faltar al menos a clase de
               Educación física, pero mi instinto me detuvo. Sabía que Mike y los demás darían por supuesto
               que estaba con Edward si desaparecía ahora, y a él le preocupaba el tiempo que pasábamos
               juntos en público por si las cosas no salían bien. Me negué a entretenerme con ese último
               pensamiento y en vez de eso, concentré mi atención en hacer que las cosas fueran más seguras
               para él.
                     Intuitivamente, sabía —y me daba cuenta de que él también lo creía así— que mañana
               iba a ser un momento crucial. Nuestra relación  no podía continuar en el filo de la navaja.
               Caeríamos a uno u otro lado, dependiendo por completo de su elección o de sus instintos.
               Había tomado mi decisión, lo había hecho incluso antes de haber sido consciente de la misma




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