Page 123 - Crepusculo 1
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—Hoy  debería haberte  dejado que condujeras  —anunció  sin  venir a cuento  mientras
               masticaba.
                     — ¿Por qué? —quise saber.
                     —Me voy a ir con Alice después del almuerzo.
                     —Vaya —parpadeé, confusa y desencantada—. Está bien, no está demasiado lejos para
               un paseo.
                     Me miró con impaciencia.
                     —No te voy a hacer ir a casa andando. Tomaremos tu coche y lo dejaremos aquí para ti.
                     —No llevo la llave encima —musité—. No me importa caminar, de verdad.
                     Lo que me importaba era disponer de menos tiempo en su compañía.
                     Negó con la cabeza.
                     —Tu monovolumen estará aquí y la llave en el contacto, a menos que temas que alguien
               te lo pueda robar.
                     Se rió sólo de pensarlo.
                     —De acuerdo —acepté con los labios apretados.
                     Estaba casi segura de que tenía la llave en el bolsillo de los vaqueros que había llevado
               el miércoles, debajo de una pila de ropa en el lavadero.
                     Jamás la encontraría, aunque irrumpiera en mi casa o cualquier otra cosa que estuviera
               planeando.  Pareció  percatarse  del  desafío  implícito  en  mi  aceptación,  pero  sonrió  burlón,
               demasiado seguro de sí mismo.
                     — ¿Adonde vas a ir? —pregunté de la forma más natural que fui capaz.
                     —De caza —replicó secamente—. Si voy a estar a solas contigo mañana, voy a tomar
               todas las precauciones posibles —su rostro se hizo más taciturno y suplicante—. Siempre lo
               puedes cancelar, ya sabes.
                     Bajé la vista, temerosa del persuasivo poder de sus ojos. Me negué a dejarme convencer
               de que le temiera, sin importar lo real que pudiera ser el peligro. No importa, me repetí en la
               mente.
                     —No —susurré mientras le miraba a la cara—. No puedo.
                     —Tal vez tengas razón —murmuró sombríamente.
                     El color de sus ojos parecía oscurecerse conforme lo miraba.
                     Cambié de tema.
                     — ¿A qué hora te veré mañana? —quise saber, ya deprimida por la idea de tener que
               dejarle ahora.
                     —Eso depende... Es sábado. ¿No quieres dormir hasta tarde? —me ofreció.
                     —No —respondí a toda prisa. Contuvo una sonrisa.
                     —Entonces, a la misma hora de siempre —decidió—. ¿Estará Charlie ahí?
                     —No, mañana se va a pescar.
                     Sonreí  abiertamente  ante  el  recuerdo  de  la  forma  tan  conveniente  con  que  se  habían
               solucionado las cosas.
                     — ¿Y qué pensará si no vuelves? —inquirió con la voz cortante.
                     —No  tengo  ni  idea  —repliqué  con  frialdad—.  Sabe  que  tengo  intención  de  hacer  la
               colada. Tal vez crea que me he caído dentro de la lavadora.
                     Me  miró  con  el  ceño  enfurruñado  y  yo  hice  lo  mismo.  Su  rabia  fue  mucho  más
               impresionante que la mía.
                     — ¿Qué vas a cazar esta noche? —le pregunté cuando estuve segura de haber perdido el
               concurso de ceños.
                     —Cualquier cosa que encontremos  en el  parque  —parecía divertido por mi informal
               referencia a sus actividades secretas—. No vamos a ir lejos.
                     — ¿Por qué vas con Alice? —me extrañé.
                     —Alice es la más... compasiva.




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