Page 126 - Crepusculo 1
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y me comprometí a llevarla a cabo hasta el final, porque para mí no había nada más terrible e
insoportable que la idea de separarme de él. Me resultaba imposible.
Resignada, me dirigí a clase. Para ser sincera, no sé qué sucedió en Biología, estaba
demasiado preocupada con los pensamientos de lo que sucedería al día siguiente. En la clase
de gimnasia, Mike volvía a dirigirme la palabra otra vez. Me deseó que tuviera buen tiempo
en Seattle. Le expliqué con detalle que, preocupada por el coche, había cancelado mi viaje.
— ¿Vas a ir al baile con Cullen? —preguntó, repentinamente mohíno.
—No, no voy a ir con nadie.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —inquirió con demasiado interés.
Mi reacción instintiva fue decirle que dejara de entrometerse, pero en lugar de eso le
mentí alegremente.
—La colada, y he de estudiar para el examen de Trigonometría o voy a suspender.
— ¿Te está ayudando Cullen con los estudios?
—Edward —enfaticé— no me va ayudar con los estudios. Se va a no sé dónde durante
el fin de semana.
Noté con sorpresa que las mentiras me salían con mayor naturalidad que de costumbre.
—Ah —se animó—. Ya sabes, de todos modos, puedes venir al baile con nuestro grupo.
Estaría bien. Todos bailaríamos contigo —prometió.
La imagen mental del rostro de Jessica hizo que el tono de mi voz fuera más cortante de
lo necesario.
—Mike, no voy a ir al baile, ¿de acuerdo?
—Vale —se enfurruñó otra vez—. Sólo era una oferta.
Cuando al fin terminaron las clases, me dirigí al aparcamiento sin entusiasmo. No me
apetecía especialmente ir a casa a pie, pero no veía la forma de recuperar el monovolumen.
Entonces, comencé a creer una vez más que no había nada imposible para él. Este último
instinto demostró ser correcto: mi coche estaba en la misma plaza en la que él había aparcado
el Volvo por la mañana. Incrédula, sacudí la cabeza mientras abría la puerta —no estaba
echado el pestillo— y vi las llaves en el bombín de la puesta en marcha.
Había un pedazo de papel blanco doblado sobre mi asiento. Lo tomé y cerré la puerta
antes de desdoblarlo. Había escrito dos palabras con su elegante letra: «Sé prudente».
El sonido del motor al arrancar me asustó. Me reí de mí misma.
El pomo de la puerta estaba cerrado y el pestillo sin echar, tal y como se había quedado
por la mañana. Una vez dentro, me fui directa al lavadero. Parecía que todo seguía igual.
Hurgué entre la ropa en busca de mis vaqueros y revisé los bolsillos una vez que los hube
encontrado. Vacíos. Quizás las hubiera dejado colgando dentro del coche, pensé sacudiendo la
cabeza.
Siguiendo el mismo instinto que me había movido a mentir a Mike, telefoneé a Jessica
so pretexto de desearle suerte en el baile. Cuando ella me deseó lo mismo para mi día con
Edward, le hablé de la cancelación. Parecía más desencantada de lo realmente necesario para
ser una observadora imparcial. Después de eso, me despedí rápidamente.
Charlie estuvo distraído durante la cena, supuse que le preocupaba algo relacionado con
el trabajo, o tal vez con el partido de baloncesto, o puede que le hubiera gustado de verdad la
lasaña. Con Charlie, era difícil saberlo.
— ¿Sabes, papá? —comencé, interrumpiendo su meditación.
— ¿Qué pasa, Bella?
—Creo que tienes razón en lo del viaje a Seattle. Me parece que voy a esperar hasta que
Jessica o algún otro me puedan acompañar.
—Ah —dijo sorprendido—. De acuerdo. Bueno, ¿quieres que me quede en casa?
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