Page 131 - Crepusculo 1
P. 131

Su sonrisa de mofa se hizo más pronunciada.
                     Pero entonces, después de recorrer otros cien metros, pude ver sin ningún género de
               duda una luminosidad en los árboles que se hallaban delante de mí, un brillo que era amarillo
               en lugar de verde. Apreté el paso, mi avidez crecía conforme avanzaba. Edward me dejó que
               yo fuera delante y me siguió en silencio.
                     Alcancé el borde de aquel remanso de luz y atravesé la última franja de helecho para
               entrar en el lugar más maravilloso que había visto en mi vida. La pradera era un pequeño
               círculo perfecto lleno de flores silvestres: violetas, amarillas y de tenue blanco. Podía oír el
               burbujeo musical de un arroyo que fluía en algún lugar cercano. El sol estaba directamente en
               lo alto, colmando el redondel de una blanquecina calima luminosa. Pasmada, caminé sobre la
               mullida  hierba  en  medio  de  las  flores,  balanceándose  al  cálido  aire  dorado.  Me  di  media
               vuelta para compartir con él todo aquello, pero Edward no estaba detrás de mí, como creía.
               Repentinamente alarmada, giré a mí alrededor en su busca. Finalmente, lo localicé, inmóvil
               debajo  de  la  densa  sombra  del  dosel  de  ramas,  en  el  mismo  borde  del  claro,  mientras  me
               contemplaba con ojos cautelosos. Sólo entonces recordé lo que la belleza del prado me había
               hecho olvidar: el enigma de Edward y el sol, lo que me había prometido mostrarme hoy.
                     Di un paso hacia  él,  con los  ojos  relucientes de curiosidad.  Los suyos  en cambio se
               mostraban  recelosos.  Le  sonreí  para  infundirle  valor  y  le  hice  señas  para  que  se  reuniera
               conmigo, acercándome un poco más. Alzó una mano en señal de aviso y yo vacilé, y retrocedí
               un paso.
                     Edward pareció inspirar hondo y entonces salió al brillante resplandor del mediodía.










































                                                                                                — 131 —
   126   127   128   129   130   131   132   133   134   135   136