Page 136 - Crepusculo 1
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No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor —
               súbitamente me miró con gesto de disculpa—. Lo siento.
                      —No me molesta. Por  favor, no te preocupes  por ofenderme o asustarme o lo  que
               sea... Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate como mejor
               puedas.
                      —De modo que Jasper no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan...
               —Edward titubeó, en busca de la palabra adecuada—, tan apetecible como tú me resultas a
               mí. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de
               beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió
               dos veces, una con más intensidad que otra.
                      — ¿Y a ti?
                      —Jamás.
                      La palabra quedó flotando en la cálida brisa durante unos momentos.
                      — ¿Qué hizo Emmett? —le pregunté para romper el silencio.
                      Era la pregunta equivocada. Su rostro se ensombreció y sus manos se crisparon entre
               las mías. Aguardé, pero no me iba a contestar.
                      —Creo saberlo —dije al fin.
                      Alzó la vista. Tenía una expresión melancólica, suplicante.
                      —Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad?
                      — ¿Qué me pides? ¿Mi permiso?  —mi voz sonó más mordaz de lo que pretendía.
               Intenté  modular  un  tono  más  amable.  Suponía  que  aquella  sinceridad  le  estaba  costando
               mucho esfuerzo—. Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza?
                      ¡Con cuánta calma podía discutir sobre mi propia muerte!
                      — ¡No, no! —Se compungió casi al momento—. ¡Por supuesto que hay esperanza!
               Me  refiero  a  que...,  por  supuesto  que  no  voy  a...  —dejó  la  frase  en  el  aire.  Mis  ojos
               inflamaban las llamaradas de los suyos—. Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y
               esos dos desconocidos con los que se cruzó... Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan
               experto y cuidadoso como lo es ahora.
                      Se sumió en el silencio y me miró intensamente.
                      —De  modo  que  si  nos  hubiéramos  encontrado...  en...  un  callejón  oscuro  o  algo
               parecido... —mi voz se fue apagando.
                      —Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase
               llena de niños y... —enmudeció bruscamente y desvió la mirada—. Cuando pasaste a mi lado,
               podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera
               sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos... bueno,
               demasiados años.
                      Se detuvo a contemplar los árboles. Me lanzó una mirada sombría mientras los dos lo
               recordábamos.
                      —Debiste de pensar que estaba loco.
                      —No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez...?
                      —Para  mí,  parecías  una  especie  de  demonio  convocado  directamente  desde  mi
               infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel... El primer día creí que
               me iba a trastornar. En esa única hora, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que
               salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo
               que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían
               seguirme...
                      Entonces, buscó con la mirada mi rostro asombrado mientras yo intentaba asimilar sus
               amargos recuerdos. Debajo de sus pestañas, sus ojos dorados ardían, hipnóticos, letales.
                      —Y tú hubieras acudido —me aseguró.
                      Intenté hablar con serenidad.




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