Page 124 - Crepusculo 1
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Frunció el ceño al hablar.
— ¿Y los otros? —Pregunté con timidez—. ¿Cómo se lo toman?
Arrugó la frente durante unos momentos.
—La mayoría con incredulidad.
Miré a hurtadillas y con rapidez a su familia. Permanecían sentados con la mirada
perdida en diferentes direcciones, del mismo modo que la primera vez que los vi. Sólo que
ahora eran cuatro, su hermoso hermano con pelo de bronce se sentaba frente a mí con los
dorados ojos turbados.
—No les gusto —supuse.
—No es eso —disintió, pero sus ojos eran demasiado inocentes para mentir—. No
comprenden por qué no te puedo dejar sola.
Sonreí de oreja a oreja.
—Yo tampoco, si vamos al caso.
Edward movió la cabeza lentamente y luego miró al techo antes de que nuestras miradas
volvieran a encontrarse.
—Te lo dije, no te ves a ti misma con ninguna claridad. No te pareces a nadie que haya
conocido. Me fascinas.
Le dirigí una mirada de furia, segura de que hablaba en broma. Edward sonrió al
descifrar mi expresión.
—Al tener las ventajas que tengo —murmuró mientras se tocaba la frente con
discreción—, disfruto de una superior comprensión de la naturaleza humana. Las personas
son predecibles, pero tú nunca haces lo que espero. Siempre me pillas desprevenido.
Desvié la mirada y mis ojos volvieron a vagar de vuelta a su familia, avergonzada y
decepcionada. Sus palabras me hacían sentir como una cobaya. Quise reírme de mí misma por
haber esperado otra cosa.
—Esa parte resulta bastante fácil de explicar —continuó. Aunque todavía no era capaz
de mirarle, sentí sus ojos fijos en mi rostro—, pero hay más, y no es tan sencillo expresarlo
con palabras...
Seguía mirando fijamente a los Cullen mientras él hablaba. De repente, Rosalie, su
rubia e impresionante hermana, se volvió para echarme un vistazo. No, no para echarme un
vistazo. Para atraparme en una mirada feroz con sus ojos fríos y oscuros. Hasta que Edward se
interrumpió a mitad de frase y emitió un bufido muy bajo. Fue casi un siseo.
Rosalie giró la cabeza y me liberé. Volví a mirar a Edward, y supe que podía ver la
confusión y el miedo que me había hecho abrir tanto los ojos. Su rostro se tensó mientras se
explicaba:
—Lo lamento. Ella sólo está preocupada. Ya ves... Después de haber pasado tanto
tiempo en público contigo no es sólo peligroso para mí si... —bajó la vista.
— ¿Si...?
—Si las cosas van mal.
Dejó caer la cabeza entre las manos, como aquella noche en Port Angeles. Su angustia
era evidente. Anhelaba confortarle, pero estaba muy perdida para saber cómo hacerlo. Extendí
la mano hacia él involuntariamente, aunque rápidamente la dejé caer sobre la mesa, ante el
temor de que mi caricia empeorase las cosas. Lentamente comprendía que sus palabras
deberían asustarme. Esperé a que el miedo llegara, pero todo lo que sentía era dolor por su
pesar.
Y frustración... Frustración porque Rosalie hubiera interrumpido fuera lo que fuera lo
que estuviese a punto de decir. No sabía cómo sacarlo a colación de nuevo. Seguía con la
cabeza entre las manos. Intenté hablar con un tono de voz normal:
— ¿Tienes que irte ahora?
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