Page 122 - Crepusculo 1
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—Ah, sí. Me comentaste que eras amiga del chico de los Newton —se animó—. Una
               buena familia —musitó para sí durante un minuto—. ¿Por qué no le pides que te lleve al baile
               este fin de semana?
                     —  ¡Papá!  —gemí—.  Está  saliendo  con  mi  amiga  Jessica.  Además,  sabes  que  no  sé
               bailar.
                     —Ah, sí—murmuró. Entonces me sonrió con un gesto de disculpa—. Bueno, supongo
               que  es  mejor  que  te  vayas  el  sábado.  ..  Había  planeado  ir  de  pesca  con  los  chicos  de  la
               comisaría. Parece que va a hacer calor de verdad, pero me puedo quedar en casa si quieres
               posponer  tu  viaje  hasta  que  alguien  te  pueda  acompañar.  Sé  que  te  dejo  aquí  sola  mucho
               tiempo.
                     —Papá, lo estás haciendo fenomenal —le sonreí con la esperanza de ocultar mi alivio—
               . Nunca me ha preocupado estar sola, en eso me parezco mucho a ti.
                     Le guiñé un ojo, y al sonreírme le salieron arrugas alrededor de los ojos.
                     Esa noche dormí mejor porque me encontraba demasiado cansada para soñar de nuevo.
               Estaba de buen humor cuando el gris perla de la mañana me despertó. La tensa velada con
               Billy  y  Jacob  ahora  me  parecía  inofensiva  y  decidí  olvidarla  por  completo.  Me  descubrí
               silbando mientras me recogía el pelo con un pasador. Luego, bajé las escaleras dando saltos.
               Charlie, que desayunaba sentado a la mesa, se dio cuenta y comentó:
                     —Estás muy alegre esta mañana.
                     Me encogí de hombros.
                     —Es viernes.
                     Me di mucha prisa para salir en cuanto se fuera Charlie. Había preparado la mochila, me
               había calzado los zapatos y cepillado los dientes, pero Edward fue más rápido a pesar de que
               salí disparada por la puerta en cuanto me aseguré de que Charlie se había perdido de vista. Me
               esperaba en su flamante coche con las ventanillas bajadas y el motor apagado.
                     Esta vez no vacilé en subirme al asiento del copiloto lo más rápidamente posible para
               verle el rostro. Me dedicó esa sonrisa traviesa y abierta que me hacía contener el aliento y me
               paralizaba el corazón. No podía concebir que un ángel fuera más espléndido. No había nada
               en Edward que se pudiera mejorar.
                     — ¿Cómo has dormido? —me preguntó. ¿Sabía lo atrayente que resultaba su voz?
                     —Bien. ¿Qué tal tu noche?
                     —Placentera.
                     Una sonrisa divertida curvó sus labios. Me pareció que me estaba perdiendo una broma
               privada.
                     — ¿Puedo preguntarte qué hiciste?
                     —No —volvió a sonreír—, el día de hoy sigue siendo mío.
                     Quería saber cosas sobre la gente, sobre Renée, sus aficiones, qué hacíamos juntas en
               nuestro tiempo libre, y luego sobre la única abuela a la que había conocido, mis pocos amigos
               del colegio y... me puse colorada cuando me preguntó por los chicos con los que había tenido
               citas.  Me  aliviaba  que  en  realidad  nunca  hubiera  salido  con  ninguno,  por  lo  que  la
               conversación sobre ese tema en particular no fue demasiado larga. Pareció tan sorprendido
               como Jessica y Angela por mi escasa vida romántica.
                     — ¿Nunca has conocido a nadie que te haya gustado? —me preguntó con un tono tan
               serio que me hizo preguntarme qué estaría pensando al respecto.
                     De mala gana, fui sincera:
                     —En Phoenix, no.
                     Frunció los labios con fuerza.
                     Para entonces, nos hallábamos ya en la cafetería. El día había transcurrido rápidamente
               en medio de ese borrón que se estaba convirtiendo en rutina. Aproveché la breve pausa para
               dar un mordisco a mi rosquilla.




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