Page 140 - veinte mil leguas de viaje submarino
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considerablemente, y, muy caprichoso en su comportamiento, navegaba alternativamente
en inmer-sión y en superficie.
Durante este período del viaje, el capitán Nemo se entregó a interesantes experimentos
sobre las diversas temperaturas del mar en capas diferentes. En condiciones normales, estos
datos se obtienen por medio de instrumentos bastante com-plicados. Las informaciones que
éstos procuran son por lo menos dudosas, ya sean sondas termométricas cuyos cristales se
rompen a menudo bajo la presión de las aguas, ya sean apa-ratos basados en la variación de
resistencia de los metales a las corrientes eléctricas. Los resultados así obtenidos no pueden
ser controlados con un rigor suficiente. Pero el capitán Nemo podía permitirse ir por sí
mismo a buscar la temperatura en las profundidades del mar, y su termómetro, puesto en
comu-nicación con las diversas capas líquidas, le proporcionaba tan inmediata como
seguramente los grados solicitados.
Así es como, ya fuere sobrecargando sus depósitos, ya descendiendo oblicuamente por
medio de sus planos incli-nados, el Nautilus alcanzó sucesivamente profundidades de tres,
cuatro, cinco, siete, nueve y diez mil metros, y el resulta-do definitivo de sus experimentos
fue que, bajo todas las la-titudes, el mar, a una profundidad de mil metros, presentaba una
temperatura constante de cuatro grados y medio.
Yo seguía tales estudios con el más vivo interés. El capitán Nemo ponía en ellos una
verdadera pasión. A menudo me preguntaba yo con qué fin procedía él a esas
observaciones. ¿Las hacía en beneficio de sus semejantes? No era probable que así fuera,
pues, un día u otro, los resultados de sus traba-jos debían perecer con él en algún mar
ignorado. A menos que me destinara a mí el resultado de sus estudios. Pero eso significaría
admitir que mi extraño viaje tendría un térmi-no, y ese término yo no lo veía.
Fuera como fuese, el capitán Nemo me dio a conocer al-gunos datos por él obtenidos acerca
de las densidades del agua en los principales mares del Globo. De tal comunica-ción deduje
yo algo interesante a título personal, que no te-nía carácter científico.
Fue en la mañana del 15 de enero, cuando me hallaba pa-seando con el capitán por la
plataforma. Me preguntó si conocía las diferentes densidades de las aguas marítimas. Le
respondí negativamente, precisándole que la ciencia carecía de observaciones rigurosas
sobre este punto.
Yo he efectuado esas observaciones, y puedo certificar la certeza de las mismas.
Bien, pero el Nautilus es un mundo aparte, y los secretos de los sabios no llegan a la
tierra.
Tiene usted razón, señor profesor me dijo tras algunos instantes de silencio . Es,
efectivamente, un mundo aparte. Es tan extranjero a la Tierra como a los planetas que la
acompañan en su viaje alrededor del Sol. Nunca se conoce-rán los trabajos de los sabios de
Saturno o de Júpiter. Sin em-bargo, y puesto que el azar ha ligado nuestras vidas, voy a
co-municarle el resultado de mis observaciones.