Page 144 - veinte mil leguas de viaje submarino
P. 144

Estamos en sus manos  le respondí, mirándole fijamente . Pero ¿puedo hacerle una
                  pregunta?

                   Ninguna, señor.

                  Ante esta respuesta, no cabía discutir, sino obedecer, puesto que toda resistencia hubiera
                  sido imposible.

                  Descendí al camarote de Ned Land y de Conseil y les informé de la determinación del
                  capitán. Fácil es imaginar la reacción del canadiense a esta comunicación. Pero ni tan
                  siquiera hubo tiempo para explicaciones. Cuatro hombres de la tripulación nos esperaban a
                  la puerta y nos condujeron a la celda en que habíamos pasado nuestra primera noche a
                  bordo del Nautilus.

                  Ned Land quiso protestar, pero la puerta se cerró tras él por toda respuesta.

                   ¿Podría explicarnos el señor a qué se debe esto y por qué?  preguntó Conseil.

                  Referí a mis compañeros lo ocurrido, lo que les sorpren-dió tanto como a mí y les dejó a
                  dos velas.

                  No podía apartar de mi mente el recuerdo de la extraña fi-sonomía del capitán Nemo y,
                  sumido en un abismo de refle-xiones, me perdía en las más absurdas hipótesis, incapaz de
                  reunir dos ideas lógicas, cuando Ned Land me sacó de mi concentración al decir, con tono
                  de sorpresa, que el almuer-zo estaba servido.

                  En efecto, la mesa estaba puesta, lo que probaba que el ca-pitán Nemo había ordenado
                  servirla al mismo tiempo que hacía acelerar la marcha del Nautilus.

                   ¿Me permitiría el señor darle un consejo?  dijo Conseil.

                   Sí, muchacho.

                   El de que coma. Es prudente hacerlo, porque no sabe-mos lo que puede ocurrir.

                  -Tienes razón, Conseil.

                   Desgraciadamente  dijo Ned Land  nos han dado el menú de a bordo.

                   Amigo Ned  replicó Conseil , ¡qué diría entonces si nos hubieran dejado en ayunas!

                  Este razonamiento bastó para acallar al arponero.

                  Nos sentamos a la mesa y comimos en silencio. Yo comí muy poco. Conseil se forzó a
                  hacerlo, por prudencia, y Ned Land, pese a sus protestas, no perdió bocado. Apenas
   139   140   141   142   143   144   145   146   147   148   149