Page 184 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Así es, señor Aronnax, y puede usted sentirse orgulloso de su compatriota. Es un hombre
que honra tanto a una nación como sus más grandes capitanes. Como tantos otros, ha
comenzado hallando dificultades e incomprensión, pero ha triunfado de todo por poseer el
genio de la voluntad. Es triste pensar que esta obra, que hubiera debido ser interna-cional,
que habría bastado por sí sola para ilustrar a un rei-no, no hallará culminación más que por
la energía de un solo hombre. ¡Gloria, pues, al señor de Lesseps!
Sí, ¡gloria a este gran ciudadano! respondí, sorprendi-do por el tono con que el capitán
Nemo acababa de hablar.
Desgraciadamente continuó diciendo no puedo con-ducirle a través de ese canal de
Suez, pero podrá usted ver los largos muelles de Port Said, pasado mañana, cuando
este-mos en el Mediterráneo.
¡En el Mediterráneo! exclamé.
Sí, señor profesor. ¿Le asombra?
Lo que me asombra es pensar que podamos llegar pasa-do mañana.
¿De veras?
Sí, capitán, aunque ya debería estar acostumbrado a no sorprenderme ante nada desde que
estoy con usted.
Pero ¿qué es lo que le sorprende tanto?
¿Qué va a ser? La increíble velocidad que deberá usted exigir al Nautilus para que pueda
estar pasado mañana en el Mediterráneo tras haber dado la vuelta a África y doblado el
cabo de Buena Esperanza.
Pero ¿quién le ha dicho que vamos a dar la vuelta a Áfri-ca? ¿Quién ha hablado del cabo
de Buena Esperanza?
¡Pero ... ! A menos que el Nautilus pase por encima del ist-mo, navegando por tierra
firme...
O por debajo, señor Aronnax.
¿Por debajo?
Sí respondió tranquilamente el capitán Nemo . Desde hace mucho tiempo, la
naturaleza ha hecho bajo esta lengua de tierra lo que los hombres están haciendo hoy en su
super-ficie.
¡Cómo! ¿Hay un paso?