Page 185 - veinte mil leguas de viaje submarino
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-Sí, un paso subterráneo al que yo he dado el nombre de Túnel Arábigo, y que partiendo
desde un poco más abajo de Suez acaba en el golfo de Pelusa.
-Pero ¿no está compuesto el istmo de arenas movedizas?
Sólo hasta una cierta profundidad. A cincuenta metros hay una sólida base de roca.
Cada vez más sorprendido, pregunté:
¿Es el azar el que le ha permitido descubrir ese paso?
El azar y el razonamiento, y diría que más el razona-miento que el azar.
Capitán, le escucho, pero mis oídos se resisten a oír lo que oyen.
¡Ah! Aures habent et non audíent, siempre ha sido así. Bien, no sólo existe el paso, sino
que yo lo he atravesado varias veces. Si no, no me hubiera aventurado hoy en el mar Rojo.
¿Sería indiscreto preguntarle cómo descubrió ese túnel?
-No puede haber nada secreto entre hombres que no de-ben separarse nunca.
Haciendo caso omiso de su insinuación, esperé el relato del capitán Nemo.
Señor profesor, fue un simple razonamiento de natura-lista lo que me condujo a descubrir
este paso, que soy el úni-co en conocer. Yo había observado que en el mar Rojo y en el
Mediterráneo existían peces de especies absolutamente idénticas: ofídidos, pércidos,
aterínidos, exocétidos, budio-nes, larnpugas, etc. Convencido de este hecho, me pregunté si
no existiría una comunicación entre los dos mares. Pesqué un gran número de peces en las
cercanías de Suez, les puse en la cola un anillo de cobre y los devolví al mar. Algunos
meses más tarde, en las costas de Siria pesqué varios peces anillados. Estaba demostrada la
comunicación entre ambos mares. La busqué con mi Nautilus, la descubrí, y me aventu-ré
por ella. Y dentro de muy poco usted también habrá fran-queado mi túnel arábigo, señor
profesor.
5. «Arabian Tunnel»
Aquel mismo día referí a Conseil y a Ned Land cuanto de aquella conversación podía
interesarles directamente. Al in-formarles de que dentro de dos días estaríamos en aguas del
Mediterráneo, Conseil palmoteó de contento, pero el cana-diense se alzó de hombros.