Page 196 - veinte mil leguas de viaje submarino
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El amigo Conseil  respondió plácidamente el interroga-do  no tiene nada que decir.
                  Está absolutamente desintere-sado. Al igual que el señor y que su camarada Ned, es soltero.
                  Ni mujer, ni hijos, ni parientes le esperan. Está al servicio del señor, piensa como el señor,
                  habla como él, y por eso, y sin-tiéndolo mucho, no debe contarse con él para formar
                  mayo-ría. Dos personas tan sólo están en presencia: el señor, de un lado, y Ned Land, de
                  otro. Dicho esto, el amigo Conseil escu-cha y está dispuesto a marcar los tantos.

                  No pude impedirme sonreír al ver cómo Conseil aniqui-laba por completo su personalidad.
                  En el fondo, el canadien-se debía estar encantado de no tenerlo contra él.

                   Entonces, señor Aronnax, puesto que Conseil no existe, discutámoslo entre los dos. Yo he
                  hablado ya y usted me ha oído. ¿Qué tiene que responder?

                  Era evidente que había que concluir y me repugnaba re-currir a más evasivas.

                   Amigo Ned, he aquí mi respuesta. Tiene usted razón, y mis argumentos no resisten a los
                  suyos. No podemos contar con la buena volunta del capitán Nemo. La más elemental
                  prudencia le prohibe ponernos en libertad. Por el contrario, la prudencia exige que
                  aprovechemos la primera ocasión de evadirnos del Nautilus.

                   Bien, señor Aronnax, eso es hablar razonablemente.

                   Sin embargo, quiero hacer una observación, una sola. Es menester que la ocasión sea
                  seria. Es preciso que nuestra primera tentativa de evasión tenga éxito, pues si se aborta, no
                  tendremos la oportunidad de hallar una segunda oca-sión, y el capitán Nemo no nos
                  perdonará.

                   Eso es muy sensato  respondió el canadiense-. Pero su observación es aplicable a toda
                  tentativa de huida, ya sea dentro de dos años o de dos días. Luego la cuestión continúa
                  siendo ésta; si se presenta una ocasión favorable, hay que aprovecharla.

                   De acuerdo. Y ahora, dígame, Ned, ¿qué es lo que entien-de usted por una ocasión
                  favorable?

                   La que nos depararía la proximidad del Nautilus a una costa europea en una noche oscura.

                   ¿Y trataría usted de escapar a nado?

                   Sí, si estuviéramos a escasa distancia de la orilla y si el navío flotara en la superficie. No,
                  si estuviéramos demasia-do alejados y con el barco entre dos aguas.

                   ¿Y en ese caso?

                   En ese caso, trataría de apoderarme de la canoa. Sé cómo hay que maniobrar para ello.
                  Nos introduciríamos en el interior, y una vez quitados los tornillos, remontaríamos a la
                  superficie sin que tan siquiera el timonel, situado a proa, se diera cuenta de nuestra huida.
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