Page 241 - veinte mil leguas de viaje submarino
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la persecución a ultranza de que son víctimas estos ani-males les ha llevado a refugiarse en
                  los mares de las altas lati-tudes.

                  Considerables han sido el papel y la influencia ejercidos por las ballenas en el mundo
                  marino y en los descubrimien-tos geográficos. Fueron ellas las que atrayendo a los vascos
                  primero y luego a los asturianos, ingleses y holandeses les estimularon a arrostrar los
                  peligros del océano y les condu-jeron de una extremidad a otra de la Tierra. Las ballenas
                  sue-len frecuentar los mares australes y boreales. Antiguas le-yendas pretenden incluso que
                  estos cetáceos atrajeron a los pescadores hasta siete leguas tan sólo del Polo Norte. Si el
                  hecho es falso, será verdadero algún día, porque probable-mente será la caza de la ballena
                  en las regiones ártica o antár-tica la que lleve a los hombres a alcanzar esos puntos
                  desco-nocidos del Globo que son los Polos.

                  Estábamos sentados sobre la plataforma. El mar estaba en bonanza. El mes de marzo,
                  equivalente en esas latitudes al de septiembre, nos procuraba hermosos días de otoño. Fue
                  el canadiense quien avistó una ballena en el horizonte, al Este. No podía él equivocarse.
                  Mirando atentamente, se veía el lomo negruzco de la ballena elevarse y descender
                  alternati-vamente sobre la superficie del mar, a unas cinco millas del Nautilus.

                   ¡Ah!  exclamó Ned Land . ¡Si estuviera yo a bordo de un ballenero, he ahí una vista
                  que me haría feliz! Es un animal de gran tamaño. Fíjense con qué potencia despiden sus
                  espiráculos columnas de aire y vapor. ¡Mil diantres! ¿Por qué he de verme encadenado a
                  este armatoste metálico?

                   Así, Ned le dije , todavía vive en usted el viejo pesca-dor..

                   ¿Cree usted, señor, que un pescador de ballenas puede olvidar su antiguo oficio? ¿Es que
                  puede uno hastiarse algu-na vez de las emociones de una caza como ésa?

                   ¿No ha pescado nunca en estos mares, Ned?

                   Nunca, señor. únicamente en los mares boreales, tanto en el estrecho de Bering como en
                  el de Davis.

                  -Entonces, la ballena austral le es desconocida. La que ha pescado usted hasta ahora es la
                  ballena franca que nunca se arriesgaría a atravesar las aguas cálidas del ecuador.

                   ¿Qué es lo que me está usted diciendo, señor profesor?  me replicó el canadiense, en un
                  tono que denotaba su in-credulidad.

                   Digo lo que es.

                   ¿Ah, sí? Pues, mire usted, el que le está hablando, en el año 65, o sea, hace dos años y
                  medio, capturó, cerca de Groenlandia, una ballena que llevaba aún en su flanco el arpón
                  marcado de un ballenero de Bering. Pues bien, yo le pregunto cómo un animal arponeado al
                  oeste de América pudo venir a hacerse matar al Este sin haber franqueado el ecuador, tras
                  haber pasado ya sea por el cabo de Hornos, ya por el de Buena Esperanza.
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