Page 243 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Y se edifican casas dijo Conseil.
En efecto, señor bromista respondió Ned Land . Y lue-go, un buen día, el animal se
sumerge y se lleva a todos sus habitantes al fondo del abismo.
Como en los viajes de Simbad el Marino repliqué, riendo . Parece, señor Land, que le
gustan las historias extraor-dinarias. ¡Qué cachalotes, los suyos! Espero que no se lo crea.
Muy seriamente, respondió así el canadiense:
Señor naturalista, de las ballenas hay que creérselo todo. ¡Ah, cómo marcha ésa! ¡Cómo
se desvía ... ! Se dice que estos animales podrían dar la vuelta al mundo en quince días.
No diré que no.
Pero lo que seguramente no sabe usted, señor Aronnax, es que en los comienzos del
mundo las ballenas marchaban más rápidamente aún.
¿Ah, sí? ¿De veras, Ned? ¿Y por qué?
Porque entonces tenían la cola a lo ancho, como los pe-ces, es decir, que la cola,
comprimida verticalmente, batía el agua de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
Pero el Creador, al darse cuenta de que marchaban demasiado rápi-damente, les torció la
cola, y desde entonces azotan el agua de arriba a abajo, en detrimento de su velocidad.
Bien, Ned -dije, tomando una expresión del canadien-se , ¿hay que creerle?
No demasiado respondió Ned Land-, no más que si le dijera que hay ballenas de
trescientos pies de longitud y de cien mil libras de peso.
Mucho es eso, en efecto. Sin embargo, hay que admitir que algunos cetáceos adquieren
un desarrollo considerable, puesto que, al parecer, dan hasta ciento veinte toneladas de
aceite.
Eso es verdad, eso lo he visto yo dijo el canadiense.
Lo creo, Ned, como creo que hay ballenas que igualan en tamaño a cien elefantes.
Calcule usted el efecto que puede producir una masa así lanzada a toda velocidad.
¿Es verdad que pueden echar un barco a pique? pre-guntó Conseil.
No lo creo le respondí . Se cuenta, sin embargo, que en 1820, precisamente en estos
mares del Sur, una ballena se precipitó contra el Essex y le hizo retroceder a una velocidad
de cuatro metros por segundo. Las olas penetraron por la popa y el Essex se fue a pique en
seguida.
Ned me miró con un aire burlón, y dijo: