Page 244 - veinte mil leguas de viaje submarino
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En cuanto a mí, he recibido un coletazo de ballena; en mi bote, claro. Mis compañeros y
                  yo nos vimos despedidos a una altura de seis metros. Pero al lado de la ballena del señor
                  profesor, la mía no era más que un ballenato.

                   ¿Viven muchos años estos animales?  preguntó Conseil.

                   Mil años  respondió el canadiense, sin vacilar.

                   ¿Cómo lo sabe usted, Ned?

                   Porque así se dice.

                   ¿Y por qué se dice?

                   Porque se sabe.

                   No, Ned, eso no se sabe, se supone, y esa suposición se basa en este razonamiento. Hace
                  cuatrocientos años, cuan-do los pescadores se lanzaron por vez primera en persecu-ción de
                  las ballenas, éstas tenían un tamaño muy superior al actual. Se supone, pues, bastante
                  lógicamente, que la infe-rioridad de las actuales ballenas se debe a que no han tenido
                  tiempo de alcanzar su completo desarrollo. Esto es lo que hizo decir a Buffon que estos
                  cetáceos podían y debían vivir mil años. ¿Me oye usted?

                  Pero Ned Land no oía ni escuchaba. La ballena continua-ba acercándose y él la seguía,
                  devorándola con los ojos.

                   ¡No es una ballena, son diez, veinte, es una manada en-tera! ¡Y no poder hacer nada!
                  ¡Estar aquí, atado de pies y manos!

                   ¿Por qué no pide permiso de caza al capitán Nemo, ami-go Ned?

                  No había acabado todavía Conseil de hablar, cuando ya Ned Land se precipitaba al interior
                  en busca del capitán.

                  Algunos instantes después, ambos reaparecían en la pla-taforma. El capitán Nemo observó
                  la manada de cetáceos que evolucionaba a una milla del Nautilus.

                   Son ballenas australes  dijo . Hay ahí la fortuna de una flota de balleneros.

                   Y bien, señor  dijo el canadiense , ¿no podría yo darles caza, aunque sólo fuese para no
                  olvidar mi antiguo oficio de arponero?

                   ¿Para qué?  respondió el capitán Nemo . ¿Cazar úni-camente por destruir? No
                  necesitamos aceite de ballena a bordo.
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