Page 251 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Enlo-quecidas, sus agujas marcaban direcciones contradictorias al acercarse al Polo Sur
                  magnético, que no se confunde con el geográfico. En efecto, según Hansten, el polo
                  magnético está situado a unos 700 de latitud y 1300 de longitud, en tanto que para
                  Duperrey se halla, según sus observaciones, a 1350 de longitud y 700 30'de latitud. Había
                  que proceder a nume-rosas observaciones en los compases instalados en diferen-tes puntos
                  del navío y sacar la media. Pero a menudo había que confiarse a la estima para calcular el
                  rumbo seguido, método poco satisfactorio en medio de aquellos pasos si-nuosos cuyos
                  puntos de referencia cambiaban a cada mo-mento.

                  El 18 de marzo, tras veinte asaltos inútiles, el Nautilus quedó definitivamente inmovilizado.
                  Ya no eran bloques de hielo en sus distintas formaciones  streams, palchs o ice-fields ,
                  sino una interminable e inmóvil barrera formada por montañas soldadas entre sí.

                   La gran banca de hielo  dijo el canadiense.

                  Comprendí que para Ned Land, como para todos los navegantes que nos habían precedido,
                  aquello era el obstáculo infranqueable.

                  La aparición por un instante del sol, a mediodía, permitió al capitán Nemo situar con
                  bastante exactitud nuestra posi-ción, que era la de 51' 30’ de longitud y 67 39’ de latitud
                  Sur, un punto muy avanzado ya de las regiones antárticas.

                  Del mar, de su superficie líquida, no quedaba ya la menor apariencia ante nosotros. Bajo el
                  espolón del Nautilus se ex-tendía una vasta llanura atormentada por intrincados y con-fusos
                  bloques, con ese caprichoso desorden que caracteriza la superficie de un río en deshielo,
                  pero en proporciones gi-gantescas. Aquí y allá, agudos picos, aisladas agujas se eleva-ban a
                  alturas de hasta doscientos pies. Más lejos, se perfila-ba una serie de acantilados cortados a
                  pico y revestidos de tintes grisáceos, vastos espejos que reflejaban algunos rayos de sol
                  semieclipsados por las brumas. En aquella desolada naturaleza reinaba un silencio ominoso,
                  feroz, apenas rasga-do por los aleteos de los petreles. Todo, hasta el ruido, estaba allí
                  congelado.

                  El Nautilus debió detenerse, pues, en su aventurera mar-cha por los campos de hielo.

                   Señor  me dijo aquel día Ned Land , si su capitán llega más lejos...

                   ¿Qué?

                   Será un superhombre.

                   ¿Por qué, Ned?

                   Porque nadie puede atravesar la gran banca de hielo. Es muy poderoso su capitán, pero,
                  ¡mil diantres!, no es más po-deroso que la Naturaleza, y allí donde ésta pone sus límites hay
                  que detenerse, quiérase o no.
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