Page 252 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Así es, Ned Land, y, sin embargo, yo hubiera querido sa-ber lo que hay detrás de esta
                  gran banca. Un muro, eso es lo que más me irrita.

                   Tiene razón el señor  dijo Conseil . No se han inventa-do los muros más que para
                  exasperar a los sabios. No debe-ría haber muros en ninguna parte.

                   ¡Bah!  exclamó el canadiense . Lo que hay detrás es bien sabido.

                   ¿Qué es?  pregunté.

                   Hielo y más hielo.

                   Usted está seguro de eso, Ned  repliqué , pero yo no lo estoy. Por eso es por lo que
                  querría ir a verlo.

                  -Pues ya puede usted ir renunciando a esa idea, señor profesor. Ha llegado usted ante la
                  gran banca, lo que ya está bien, y no irá usted más lejos, como tampoco su capitán Nemo ni
                  su Nautilus. Quiéralo él o no, tendremos que regre-sar hacia el Norte, es decir, a donde vive
                  la gente normal.

                  Debo convenir que Ned Land tenía razón, que mientras los barcos no estén hechos para
                  navegar sobre los campos de hielo tendrán que detenerse ante la gran banca.

                  En efecto, pese a sus esfuerzos, pese a los potentes medios empleados para romper los
                  hielos, el Nautilus se vio reduci-do a la inmovilidad. Por lo común, a quien no puede ir más
                  lejos le queda la solución de retroceder. Pero allí retroceder era tan imposible como
                  avanzar, pues los pasos se habían ce-rrado tras nosotros, y por poco tiempo que
                  permaneciera nuestro aparato estacionario no tardaría en quedar total-mente bloqueado. Eso
                  es lo que ocurrió hacia las dos de la tarde, cuando el hielo comprimió sus flancos con una
                  asom-brosa rapidez. La conducta del capitán Nemo me pareció so-brepasar los límites de la
                  imprudencia.

                  Me hallaba yo en la plataforma cuando el capitán, que ob-servaba la situación desde hacía
                  algunos instantes, me dijo:

                   ¿Qué piensa usted de esto, señor profesor?

                   Creo que estamos atrapados, capitán.

                   ¡Atrapados! ¿Por qué lo cree así?

                   Sencillamente, porque no podemos ir ni hacia adelante ni hacia atrás ni hacia ningún lado.
                  Y esto es, creo yo, lo que se llama estar «atrapados», al menos en los continentes habitados.

                   ¿Piensa usted, pues, señor Aronnax, que el Nautilus no podrá liberarse?
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