Page 283 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Amigos míos, estamos ligados los unos a los otros para siempre, y ambos tenéis derechos
                  sobre mí, que...

                  -De los que yo usaré y abusaré -replicó, interrumpiéndo-me, el canadiense.

                   ¿Qué?  dijo Conseil.

                   Sí  añadió Ned Land . El derecho de arrastrarle conmi-go cuando abandone este
                  infernal Nautilus.

                   Por cierto  dijo Conseil-, ¿vamos en la buena dirección?

                   Sí, puesto que vamos siguiendo al sol, y el sol, aquí, es el Norte -dije.

                   Cierto, pero está por saber si nos dirigimos al Pacífico o al Atlántico, es decir, hacia los
                  mares frecuentados o de-siertos.

                  No podía yo responder a esta observación de Ned Land, y mucho me temía que el capitán
                  Nemo nos llevara hacia ese vasto océano que baña a la vez las costas de Asia y de
                  Améri-ca. Completaría así su vuelta al mundo submarino y regre-saría a los mares en los
                  que el Nautilus hallaba su más total independencia. Pero si volvíamos al Pacífico, lejos de
                  toda tierra habitada, ¿cómo podría llevar a cabo sus proyectos Ned Land?

                  No tardaríamos mucho en conocer la respuesta a esta im-portante cuestión. El Nautilus
                  navegaba rápidamente. Pron-to dejó atrás el círculo polar y puso rumbo al cabo de Hor-nos.
                  El 31 de marzo, a las siete de la tarde, avistábamos la punta de América.

                  Habíamos olvidado ya nuestros pasados sufrimientos. Iba borrándose en nosotros el
                  recuerdo del aprisionamiento en los hielos. No pensábamos ya más que en lo porvenir.

                  El capitán Nemo no había vuelto a aparecer ni en el salón ni en la plataforma. Era el
                  segundo quien fijaba la posición en el planisferio, lo que me permitía saber la dirección del
                  Nautilus. Pues bien, aquella misma noche se hizo evidente, para satisfacción mía, que
                  nuestra marcha al Norte se efec-tuaba por la ruta del Atlántico.

                  Informé al canadiense y a Conseil del resultado de mis ob-servaciones.

                   Buena noticia  manifestó el canadiense . Pero ¿adónde va el Nautilus?

                   Lo ignoro, Ned.

                   ¿No querrá el capitán afrontar el Polo Norte, tras el Polo Sur, y volver al Pacífico por el
                  famoso paso del Noroeste?

                   No convendría desafiarle  dijo Conseil.

                   Pues bien, le abandonaremos antes  afirmó el canadiense.
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