Page 50 - Primer libro VIM
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La otra mitad que sí se siente lastimada o afectada por esas actitudes, fundamentalmente siente enojo e
               impotencia; y, en menor grado, siente ganas de llorar. A ellas dedicamos una sencilla reflexión sobre humanos
               y peces, que compartimos a continuación: los científicos hasta la fecha no han podido explicar como ocurre
               la diferenciación de la vida ¿por qué no existen en el mundo seres con todas las capacidades? Ni los humanos
               -obra culmen de la evolución- ni los peces del mar -en su profunda sencillez- poseen todas las capacidades:
               ninguno puede volar, por ejemplo. Para la naturaleza -podría llegar a pensarse-, ambos son discapacitados;
               la idea es absurda, por supuesto: pero es el resultado de esa misma necedad, de querer comparar a toda
               costa, las obras maestras de la creación ¡Pero es distinto tratándose de seres humanos! -alguien alegará-.
               ¿Cómo puede compararse un humano con un pez o con un ave? Y de alguna manera, estaría en lo cierto.
               Pero habría que agregar otras preguntas: ¿cómo puede alguien atreverse a comparar un ser humano con
               otro ser humano? ¿O compararlo con un supuesto patrón de perfección? ¿O con una clasificación de
               características normales y subnormales, aceptada “universalmente”; aún sin respetar la infinita diversidad
               invariablemente presente en todo el universo? 21

               Aunque parezca increíble, existen muchas personas del mundo científico, filosófico y aún del religioso, que
               no obstante las incontrovertibles evidencias acerca de esta absoluta diversidad del universo; y, por ende,
               de la unicidad e irrepetibilidad de cada ser, se atreven a cuestionar con cierto aire de superioridad: ¡no es lo
               mismo tener piernas que no tenerlas! ¡No es lo mismo caminar que no poder caminar! Y están en lo cierto,
               pero el problema sigue siendo que insistamos en considerarlo como un defecto; o bien, si aceptamos que
               lo sea, como algo malo, imperfecto, inadecuado, de poco valor; que se tiene que sufrir y padecer.: ¡Ni
               parientes somos! -gritarán los partidarios de esas tendencias eugenésicas.

               La conciencia de la muerte nos ayuda a valorar la vida

               La gran interrogante de la vida sigue siendo, sin lugar a dudas, la muerte. Los seres humanos conocemos
               muy poco acerca de la muerte y ese desconocimiento, paradójicamente, nos hace despreciar la vida.
               Comúnmente, son las personas que han vivido al borde de la muerte las que con frecuencia aprenden a
               valorar más la vida. Esta es otra ventaja comparativa que tenemos las personas con discapacidad motora
               cuando aceptamos y asumimos nuestra discapacidad: tenemos una experiencia muy cercana a la muerte
               que nos acompaña y nos enseña a apreciar lo que somos. De hecho, para muchas de nosotras, personas
               con discapacidad, es un milagro estar vivas; pues han sido tan aparatosos los accidentes en los que hemos
               estado involucradas, que no entendemos cómo es que logramos sobrevivir.

               Y quizá por ello, nuestra sobrevivencia con frecuencia va acompañada de muchas otras secuelas o pérdidas:
               la muerte de diferentes tejidos en diversas partes de nuestro cuerpo, la muerte neuronal, la pérdida de
               sensibilidad (en la mayor parte de la piel, en el caso de los cuadripléjicos; o, en la mitad del cuerpo, en el caso
               de los parapléjicos y los hemipléjicos), la disfuncionalidad de las glándulas sudoríparas que dejan de segregar
               sudor, con el riesgo de que nuestro cuerpo pueda sobrecalentarse si no lo refrescamos continuamente (a
               través de esponjas mojadas, trapos húmedos, atomizadores de agua o de algún otro modo).


               Tomar conciencia del milagro de nuestra vida, en estas difíciles circunstancias, es cómo tener una segunda
               oportunidad de vivir después de la muerte. Si tuviéramos una enfermedad terminal, que nos colocara
               irremediablemente al borde de la existencia y nos embargara una profunda tristeza por tener nuestros
               días contados ¿De qué seríamos capaces si de pronto la vida nos ofreciera esta segunda oportunidad? Para
               21 Convención DPD: Artículo 5.- Igualdad y no discriminación: 1. Los Estados Partes reconocen que todas las personas son iguales ante la ley y en
               virtud de ella; y, que tienen derecho a igual protección legal y a beneficiarse de la ley en igual medida sin discriminación alguna; 2. Los Estados Partes
               prohibirán toda discriminación por motivos de discapacidad y garantizarán a todas las personas con discapacidad protección legal, igual y efectiva,
               contra la discriminación por cualquier motivo; 3. A fin de promover la igualdad y eliminar la discriminación, los Estados Partes adoptarán todas las
               medidas pertinentes para asegurar la realización de ajustes razonables; 4. No se considerarán discriminatorias, en virtud de la presente Convención, las
               medidas específicas que sean necesarias para acelerar o lograr la igualdad de hecho, de las personas con discapacidad. Modelo VIM: el derecho a la
               no discriminación conlleva el deber de aceptarnos a nosotros mismos, desde nuestra dignidad y valor singular, evitando comparar y compararnos,
               clasificar y clasificarnos; conscientes de que para ello, debemos resolver primero nuestra huella de abandono.
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