Page 52 - Primer libro VIM
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resulta del todo fácil eludir esta pregunta, pues con frecuencia
nos sumerge en un círculo vicioso de mucho resentimiento,
en el que se tiende a cuestionar profundamente la
imperfección humana: de aquellos seres violentos que nos
agredieron; de quienes bebieron o se drogaron y actuaron
con irresponsabilidad, afectando nuestras vidas; de aquéllas
madres que no lograron cuidar como es debido a sus bebés,
mientras crecían; de aquellos conductores que no lo hicieron
con responsabilidad o sus ocupantes, por no usar el cinturón
de seguridad. Y podríamos continuar, indefinidamente,
cuestionando la incapacidad humana que de una u otra
manera, participó en nuestro proceso de individuación:
conformando nuestra discapacidad.
La siguiente pregunta, tal vez pueda resultar un poco
menos difícil: “¿para qué?” Esta pregunta es fundamental para avanzar en el proceso de duelo; de encontrarle
sentido a una pérdida y, en última instancia, a la discapacidad: ¿para qué se accidentó Santiago? ¿Para qué
se accidentaron las más de 3 mil personas que ha atendido VIM? Las respuestas que Santiago y muchos
otros, hemos venido descubriendo y construyendo en torno a esta pregunta, son impactantes.
La vida de Santiago, por ejemplo, nos ha permitido aproximarnos a varios de esos “para qués”. A nivel
personal -compartía él, al inicio del presente capítulo-, su vida “iba en extremos muy fuertes” y, su constante
involucramiento en eventos violentos, lo hacían ver como un ciudadano no grato. A nivel familiar, Santiago
forja su carácter a la sombra del rígido liderazgo de su madre, quien siempre quiso poner a prueba su
fuerza, retándolo constantemente para dar lo mejor de sí. A nivel de su comunidad, Santiago siempre se
sintió motivado a enfrentar los abusos cometidos hacia los más débiles.
Lo impactante del caso, es que su discapacidad ha representado para él, la puerta de entrada y
la ruta para dar respuesta a todo lo anterior: su deseo de felicidad, de tener una familia –llena
de chuecos, como él dice con cariño-, de alcanzar sus propios sueños, de tener trabajo, de tomar
sus propias decisiones, entre muchos otros anhelos; que, por cierto, son los mismos que vemos
en la Gráfica 29 y que comparten la mayoría de las personas con discapacidad encuestadas y, por
supuesto ¡la mayoría de los seres humanos en el mundo!. De
hecho, él mismo nos compartía al inicio de este documento, el
sentimiento de paz que lo invadió los primeros días después
del accidente (nada que ver con los extremos fuertes en que
transcurría su vida); posteriormente, la manera en que se fue
forjando su propio liderazgo en el mundo de la discapacidad,
en un ambiente y una realidad muy alejados de los de su madre
-en los que ella poco podía intervenir-; y, cómo ese mismo
liderazgo social, ha sido su herramienta para ayudar a quienes
para el común de la gente, pueden ser considerados como los
más débiles entre los débiles: las personas con discapacidad.
Hasta aquí, el “para que” de la discapacidad de Santiago parece
ser contundente: ¿para qué tuvo que ocurrir su accidente? Pues
para SER Santiago, en toda su singularidad; y, desde ahí, alcanzar su propio anhelo de plenitud, de
un modo sorprendentemente integral.
Dedicarse “a la chuequez” -como él mismo lo dice-, no era su idea inicial; él no lo buscó. Su testimonio, en
ese sentido, puede representar un buen ejemplo para muchas de nosotras -personas con discapacidad-
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