Page 56 - Primer libro VIM
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Santiago tuvo que pasar los siguientes 30 días, prácticamente viviendo desde su cama, con su trasero
               descubierto.  Una  experiencia  extrema,  difícil  de  imaginar,  que  solamente  personas  como  Santiago
               -entrenadas en retos muy fuertes-, podían afrontar. En esa postura, Santiago tuvo que cumplir con sus
               muchas responsabilidades: leer, estudiar, escribir, atender llamadas, conferencias telefónicas, entrevistas,
               entre muchas otras. Pero también fue un tiempo para pensar y crear: no tardaría en manifestarse el “para
               qué” de su impresionante escara. En efecto, a raíz de ese nuevo accidente, Santiago pudo idear y sentar las
               bases de lo que puede llegar a ser una innovación revolucionaria en el mundo de la discapacidad motora:
               el aparato estabilizador.


               El estabilizador: nueva vida nacida de una escara

               El estabilizador consiste en una silla de ruedas especial, que mediante un sistema hidráulico, puede levantar
               el cuerpo de la persona con discapacidad hasta ponerla en pie y permitirle permanecer así durante todo
               el tiempo necesario para sanar: días o incluso meses. Es entonces cuando la escara, libre de presión y
               debidamente ventilada, puede cicatrizar. La ventaja del estabilizador, es que permite a la persona con
               discapacidad, desplazarse en un determinado lugar y seguir desempeñando sus quehaceres cotidianos.

               ¿Para qué tuvo entonces su escara Santiago? Desde luego hay muchas respuestas de tipo personal que sólo
               Santiago conoce; pero hay otras que podemos apreciar en forma más evidente, después de conocer un
               poco más a detalle esta parte de su historia: la respuesta básica es aquella que resulta común a todos los
               seres humanos que toman conciencia de su vida. Tuvo la escara, precisamente para conocer la experiencia
               de  tener  una  escara.  Independientemente  de  los  juicios  de  valor  que  cualquier  ser  humano,  desde
               “afuera”, pueda tener en relación con una escara (que como ya vimos, su aspecto externo por lo general
               es repugnante), lo que es un hecho contundente es que la vida de Santiago jamás fue la misma antes y
               después de haber vivido la experiencia de la escara.


               Su conciencia creció enormemente: ahora es más sensible para sí mismo, pero sobre todo, para con todas
               y todos sus hermanos escarados. Tiene mayor riqueza personal, para poder orientar y acompañar a quien
               vive esa singular situación de vida. Pero el “para qué” de su escara no se quedó ahí: ¿para qué más tuvo
               su escara Santiago? -Debió preguntar nuestra niña imaginaria. Pues para inventar la versión mexicana del
               estabilizador, por supuesto. El “para quién” de su escara es prácticamente obvio: tuvo su escara para bien
               de todas las personas con discapacidad de México y el mundo, que inevitablemente habrán de vivir escaras
               a lo largo de su existencia y que pronto tendrán la posibilidad de hacerlo con ayuda de un revolucionario
               aparato estabilizador.


               Control de esfínteres: punto de partida de una vida independiente

               Como hemos podido apreciar, la riqueza implícita en todas estas complicaciones, o pérdidas puede ser infinita.
               Y a esa riqueza podemos tener acceso todos los seres humanos, no sólo las personas con discapacidad. En otras
               palabras y para ser congruentes con lo que hemos venido diciendo: es una
               riqueza disponible para cualquier ser humano siempre y cuando acepte
               su propia discapacidad y elija asumirla con plena responsabilidad como su
               vida misma, con todas las implicaciones o complicaciones que ésta pueda
               traer consigo (como la que nos presenta la Gráfica 19).

               Aceptar y asumir, son el punto de partida de una vida independiente,
               no sólo para las personas con discapacidad motora, sino para cualquier
               ser humano. Cuando la discapacidad se hace presente en nuestras vidas, ocurre algo muy singular. De alguna
               manera, morimos a la persona que éramos para nacer de nuevo: somos como otra persona.

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