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NEWTON, MACH Y EINSTEIN
En la física newtoniana, el espacio era
considerado absoluto. Eso significa que
los cuerpos eran imaginados moviéndo-
se por un marco -el espacio- que se
hallaba en reposo y respecto al cual se
medía todo movimiento. Newton intro-
dujo la noción de «espacio absoluto»
para salvar la ley de la inercia, según la
cual un cuerpo se desplaza en línea rec-
ta y a velocidad constante en ausencia
de fuerzas. Si el espacio fuera relativo,
sería imposible definir el movimiento
rectilíneo, ya que dos observadores ten-
drían nociones distintas al respecto. Por
ejemplo, un tren parecerá moverse en lí-
nea recta a un observador que esté en
Albert Einstein en 1921.
el suelo, pero no a otro montado en un
tiovivo. La única forma de eliminar el problema es asumir que el observador
del tiovivo se equivoca y que, por lo tanto, existe un observador privilegiado
respecto al que se miden el resto de movimientos. En el caso de Newton, aquel
se identifica con las estrellas fijas. Mach planteó objeciones a esta perspectiva,
y lo hizo mucho antes que Einstein. Mach afirmaba que la inercia era un efecto
de la distribución de materia en el espacio. Una forma de entender lo que plan-
teaba es imaginarse qué pasaría si de golpe todas las galaxias sufriesen una
aceleración hacia la izquierda. Un observador flotando por el espacio, ¿vería a
las galaxias moverse respecto a él? ¿o no notaría nada porque sería acelerado
junto con el resto de materia? En opinión de Mach, la respuesta correcta era
la segunda. A pesar de que la relatividad especial de Einstein no cumplía con
los preceptos machianos, debido a que no incluía el movimiento acelerado,
se puede ver la relatividad general como un gran paso en esa dirección: las
aceleraciones y los campos gravitatorios se consideraban equivalentes de for-
ma que cualquier observador, sin importar su tipo de movimiento, observaría
las mismas leyes del universo. Ese nuevo marco eliminaba la necesidad de un
espacio absoluto, en concordancia con las ideas de Mach.
Boltzmann, que los daba por supuestos. La teoría atómica no solo
afirmaba la existencia de un mundo externo, cosa que repelía a la
razón de Mach, sino que además asumía la realidad de otra clase
de entes aún más etéreos, los átomos, que estaban absolutamente
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