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podían ser entendidos en base a la misma sustancia. Todo lo que
        había que hacer era reformular la mecánica entera de forma que
        solo se hiciese referencia a relaciones entre energía.
            Esa obsesión por la energía puede parecer un poco extraña
        para alguien que, como Mach, se mostraba escéptico con la propia
        existencia del mundo. ¿No era la energía un concepto mucho más
        vaporoso que el de átomo? Sin embargo, los energetistas argu-
        mentaban que todo lo que percibe el ser humano son, de hecho,
        intercambios energéticos: al observar una imagen nuestros ojos
        intercambian energía con el entorno; al decir que algo está ca-
        liente, son nuestras manos las que reciben información sobre la
        temperatura, también en forma de intercambio de energía.
           La posición de  Mach puede relacionarse  con una actitud
        epistemológica idéntica en destacados miembros de la comuni-
        dad científica actual, que afirman que la ciencia debe limitarse a
        hacer predicciones sobre los resultados de experimentos y que
        la existencia o no de una realidad subyacente no es una pregunta
        relevante. Así, cuando uno se sorprende por la peculiaridad de la
        mecánica cuántica y sus aparentes paradojas, es costumbre que se
        le responda que la imagen que subyace a la teoría es lo de menos:
        todo lo que esta hace es predecir que, dado un cierto expe1imento,
       se obtendrá un resultado determinado. Los objetos de la teoría
       -electrones, can1pos, fotones- no son más que artilugios mate-
        máticos para llegar a la respuesta correcta y su existencia o no es
        una cuestión de fe.
           La visión de Boltzmann, de hecho, no difería mucho de la de
        Mach en este aspecto. A pesar de que suele ser considerado un
       realista, no ponía reparos en aceptar que sus átomos no eran más
        que un recurso matemático, siempre que su contrincante admi-
        tiese que se trataba del recurso matemático adecuado para obte-
       ner una respuesta correcta. Es posible, de todos modos, que esta
        concesión coincidiese más con un intento desesperado de ganarse
        a los partidarios de Mach que con su propia visión de los átomos.
           El problema de Boltzmann con los energetistas estribaba en
       que estos no hacían, a su entender, buena ciencia: con sus supues-
       tos no eran capaces de conseguir explicaciones más profundas y
       más carentes de suposiciones que las que se obtenían haciendo






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