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Rutherford tuvo que enfrentarse a un desafío de gran magni-
tud. Necesitaba, por un lado, obtener financiación, la cual acabó
siendo en buena medida pública gracias al interés que la actividad
científica había despertado en el órgano estatal durante la guerra.
Por otro lado, Rutherford fue capaz de rechazar algunas fuentes
de financiación privadas, en parte guiado por la convicción de que
la investigación está unida a la carestía. Mantuvo la austeridad
como una de las señas de identidad del centro, lo que en algunos
casos despertó la incomprensión de sus colaboradores. Su propia
carrera podía ser tomada como ejemplo de que con relativamente
pocos medios se podía llegar muy lejos, aunque en ese momento
empezó a entrar en crisis. Estaban surgiendo nuevas necesidades
para la investigación que requerían presupuestos muy elevados, a
menudo debido a necesidades de instrumental. Rutherford nece-
sitó tiempo para convencerse de que si deseaba desentrañar los
misterios que escondía el núcleo atómico, sería necesario dispo-
ner de dinero y de instalaciones.
Como director del laboratorio, Rutherford tuvo que gestionar
también el incremento del número de estudiantes e investigadores
y la ampliación de las instalaciones. Por encima de todo, dedicó
tiempo al equipo de investigadores, se preocupó por sus proble-
mas y ejerció un liderazgo indiscutible. Era muy exigente con
los resultados, pero al mismo tiempo inspirador. De este modo,
conseguía obtener el máximo rendimiento de sus estudiantes y
unos resultados fuera de lo común. Tuvo la capacidad de rodearse
siempre de los mejores, y de que los que le rodearan acabaran
convirtiéndose al mismo tiempo en los mejores. A su alrededor se
formó un vivero de futuros premios Nobel.
En aquella época, lo más urgente era ocuparse de los in-
vestigadores que trataban de rehacer su vida tras la guerra. Ru-
therford también tuvo que hacer frente a esa problemática, y en
algunos casos hasta implicarse personalmente. Un ejemplo fue
el de Chadwick, por quien siempre manifestó un gran aprecio.
Al finalizar la guerra, Chadwick fue liber~do de su encierro en el
campo de concentración, en un estado físico lamentable y con
una profunda depresión. Con solo veintisiete años, no se sentía
con ninguna perspectiva clara de futuro. Rutherford se ocupó de
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