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INCERTIDUMBRE

                       Al asumir las consecuencias de su modo de entender la función de
                       onda,  Max  Born se vio  abocado  a  una resolución arriesgada:
                       «Estoy dispuesto a abandonar el determinismo en el mundo ató-
                       mico».
                           En 1927 Heisenberg proporcionó argumentos de peso para
                       refrendar esta postura y acotó con precisión los límites del de-
                       terminismo en los dominios cuánticos. Primero plasmó sus ideas
                       en una carta a Pauli, de más de diez páginas, que después refun-
                       diría en un artículo: Sobre el contenido físico de la mecánica y
                       la cinemática cuánticas. Su publicación en marzo del mismo
                       año fue el último clavo en el ataúd de la mecánica clásica, una
                       bofetada a los caballeros del continuo y el espaldarazo a la inter-
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                       pretación estadística de h¡,,1.  También amplió el acervo de la fí-
                       sica con una nueva ecuación, que se haría tan popular corno la
                       de  Schródinger,  pero  de  una naturaleza,  corno  no  podía ser
                       menos, muy distinta.
                           La dinámica de  Newton se basaba en la noción de que se
                       puede determinar la posición y la velocidad de un cuerpo en todo
                       momento con una precisión arbitrada. Teóricamente, la trayecto-
                       ria se define mediante la solución de una ecuación diferencial. En
                       la práctica, basta con medir tiempos y posiciones. No  obstante,
                       para hacerlo, hay que seguir la pista del cuerpo en movimiento.
                       Este requisito no plantea problemas si se aplica a una pelota o una
                       nave espacial. Pero ¿cómo se «ve» un electrón? Primero hay que
                       ilunünarlo. Y no es lo mismo iluminar una pelota que una partí-
                       cula. En el primer caso existe un abismo de escala entre la enver-
                       gadura de la estructura que percibirnos (la pelota) y el régimen
                       donde la estructura de la luz se manifiesta. En el segundo, la par-
                       tícula y el fotón son dos objetos cuánticos que se hablan de igual
                       a igual.
                           En una cancha de tenis, resulta factible seguir la trayectoria
                       de la pelota porque la luz -que excita los electrones que hormi-
                       guean en su superficie, electrones qu,e  pronto vuelven a niveles
                       menos energéticos y emiten más fotones que son detectados por
                       las células de nuestra retina- no aparta a la pelota de su camino.






           134         LA BÚSQUEDA  DEL SENTIDO
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