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trino era, inherentemente, zurdo. Todas las partículas conocidas
podían presentar las dos direcciones de espín ( si lo imaginamos
como una rotación quiere decir que pueden girar tanto a favor de
las agujas del reloj como en sentido antihorario) excepto el neu-
trino. Esto llamó la atención de Feynman. Recordó que la ecua-
ción similar a la de Dirac que derivó de su formalismo de la
integral de camino se podía aplicar perfectamente a las peculia-
ridades del neutrino. El único problema era que al hacerlo se ob-
tenían resultados diferentes a los obtenidos experimentalmente.
Y lo más raro de todo era que los datos experimentales eran in-
consistentes con una única fuerza en juego. Si se escriben todas
las formas de interaccionar que tienen los neutrones, protones,
electrones y neutrinos, se obtenían cinco posibilidades («corrien-
tes» es el término técnico) compatibles con la relatividad: escalar
(S), vectorial (V), vectorial axial (A), pseudoescalar (P) y tenso-
rial (T). Fermi pensaba que la desintegración~ se podía explicar
como una corriente vectorial (V), y así se creía hasta 1956, cuando
se descubrió que la fuerza débil violaba la paridad. Esto cam-
biaba las cosas, pues entonces debían combinarse dos de esas
cantidades, y los experimentos parecían indicar que debía ser S
y T o V y T. Sin embargo, las ecuaciones de Feynman señalaban
sin duda alguna a una combinación de V y A. Emocionado, tenía
que contárselo al resto de sus colegas, pero no estaba previsto
que él hablara. Así que usó todas sus dotes y encanto para persua-
dir a un colega de que le prestara cinco minutos de su propio
tiempo de exposición para presentar sus ideas. Irónicamente, ese
colega fue Kenneth Case, el mismo al que en las épocas heroicas
de la QED Feynman demostró que su trabajo estaba equivocado.
Expuso su sugerencia y al terminar la conferencia se marchó a
pasar el verano a Brasil.
Feynman estaba obsesionado con encontrar una formulación
universal para la última de las cuatro fuerzas de la naturaleza que
quedaba por describir; creía que era su última oportunidad para
enunciar una ley fundamental. Cuando regresó, Gell-Mann le
contó que habían estado hablando con el físico de la Universidad
de Rochester, Robert Marshak, y su colaborador, el joven hindú
E.C.G. Sudarshan, sobre la posibilidad de que V-A fuera la única
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