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para entenderlo, debemos viajar hacia atrás en el tiempo, exacta-
mente a mediados del siglo xrx, para encontrarnos con uno de los
mejores físicos experimentales de la historia, el británico Michael
Faraday (1791-1867).
UN CAMPO QUE LLENA EL ESPACIO
Los logros de Faraday, hijo de un hombre sin recursos y cuyo
aprendizaje consistió en leer todos los libros que caían en sus
manos durante los siete años que fue aprendiz de encuadernador,
son impresionantes: descubrió las distintas relaciones que hay
entre la electricidad y el magnetismo, puso las bases de la electro-
química, inventó el motor eléctrico y la dinamo ... Todo, siendo
casi un analfabeto matemático: no utilizaba ecuaciones ni fórmu-
las para describir sus descubrimientos, lo hacía utilizando el len-
guaje de la calle. Pero el gran avance conceptual de Faraday fue
la introducción del concepto de campo. Hasta ese momento, no
había forma de explicar por qué la manzana caía del árbol o la
Tierra daba vueltas alrededor del Sol. Newton había dicho cómo
era la fuerza de la gravedad, pero no cómo funcionaba: era como
si el Sol ejerciese una miste1iosa acción a distancia sobre los pla-
netas, de forma prácticamente instantánea. Esta idea era tan ab-
surda que muy pocos la aceptaban. Pero la ley de gravitación
universal funcionaba, así que los físicos aparcaron el problema en
un rincón oscuro, hasta que Faraday empezó a hablar de campos.
Nosotros no nos damos cuenta, pero el espacio que nos rodea
no está ocupado solamente por la materia. Si pudiéramos sacar
toda la materia que existe en un dormitorio, hasta la última mota
de polvo y la última molécula de aire, no podríamos decir que en
esa habitación no hay nada. La prueba palpable es que si lanzamos
una pera, esta caerá al suelo: luego en nuestra habitación hay
«algo» que la hace caer. No importa el lugar en el que la soltemos:
la pera irá directa al suelo desde cualquier punto de la habitación;
está llena de algo que llan1amos gravedad. Esto es, y dicho más
correctamente, en nuestro dormitorio hay un campo gravitatorio.
52 DE PRINCETON A LA BOMBA ATÓMICA