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apareciendo un modelo que ya no era el de dos únicos electro-
nes, sino un sistema donde había un electrón y una multitud de
otras partículas alrededor: «Todo resultó muy bien; todo e:r:icajaba
perfectamente». Lo que acababan de desarrollar era una teoría
clásica, no cuántica, y la bautizaron como «la teoría de los poten-
ciales semiadelantados y semirretrasados». El siguiente paso era
obvio:
Calculamos que si lográbamos librarnos de tal dificultad [la autoener-
gía del electrón] en el contexto de la física clásica, y a partir de la
teoría clásica construir una teoría cuántica, seguramente nos sería
posible también enderezar la teoría cuántica.
Mas la añorada teoría cuántica de los potenciales semiadelan-
tados y semirretardados nunca vio la luz: ninguno de los dos fue
capaz de elaborarla. Una década más tarde Feynman escribió a
Wheeler: «Creo que nos equivocamos en 1941. ¿Estás de acuerdo?».
No tenemos constancia de la respuesta de su mentor y amigo.
UNA TESIS Y UNA MUJER
Si hubo una persona que influyera más que nadie en la vida de
Feynman, esa fue Arline Greenbaum. Richard se enan10ró de ella
siendo un adolescente y ese amor se mantuvo durante todos los
años que estuvieron juntos. Arline era una joven con talento mu-
sical y artístico: tocaba el piano, cantaba, dibujaba y sabía mante-
ner una conversación interesante sobre literatura y arte. Por el
contrario, a Richard el arte le importaba más bien poco y la mú-
sica de cualquier tipo le ponía de los nervios a pesar de que tenía
sentido del ritmo: su tamborileo continuo e inconsciente en todas
las superficies posibles había enervado a sus compañeros de
cuarto en el MIT.
En Princeton su relación fue madurando y profundizándose.
Arline conocía bien a Richard y tenía la rara habilidad de hacerle
pasar vergüenza: conocía sus pequeñas vanidades y era inmiseri-
DE PRINCETON A LA BOMBA ATÓMICA 59