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corde cuando le pillaba preocupado por las opiniones de los demás:
«¿Qué te importa lo que piensen los demás?», le repetía una y otra
vez. ¿Acaso él no se enorgullecía de su honestidad e independen-
cia? Pero la sensibilidad de Arline no tenía reflejo en Feynman.
A medida que Feynman progresaba en su trabajo, Arline le
visitaba cada vez con mayor frecuencia. Las cartas que se escri-
bieron hablaban claramente de sus sentimientos, de sus ingenuas
esperanzas en el futuro y el deseo de construirlo juntos indepen-
dientemente de los obstáculos que encontrasen. Pero en una de
ellas, fechada el 3 de junio de 1941, Arline apuntaba que algo no
iba bien. Solía aparecerle un bulto en el cuello acompañado de
una fiebre inexplicable:
Mañana el doctor Treves va a venir y darme algunas noticias .. . Lo
aceptaré pero Nan escribió y dijo que yo tenía derecho a acudir a
otro doctor para verificar el diagnóstico y dejar que examine los
c01tes de la biopsia.
Mientras esto sucedía, Feynman y Wheeler seguían empeñados
en encontrar una formulación cuántica a su teoria. El principal pro-
blema era que una teoria tan «exótica» requeria unas formulaciones
matemáticas que no encajaban bien en la mecánica cuántica. El
problema estaba en las interacciones entre partículas en tiempos
diferentes: «La trayectoria de una partícula en un momento dado se
ve afectada por la trayectoria de otra en otro momento». La forma
de trabajar estándar en mecánica cuántica no permitía este tipo de
florituras. En ella, el paso del tiempo está perfectamente contro-
lado: si se conoce el estado de un sistema en un momento determi-
nado, las ecuaciones desc1iben la evolución de ese sistema a lo
largo del tiempo. Pero la electrodinámica de Feynman y Wheeler
exigía conocer las posiciones y movimientos de muchas partículas
en muchos momentos diferentes para poder determinar el estado
de una sola partícula. Mucho perro para ese hueso.
Durante el otoño e invierno de 1941 a 1942 Feynman trabajó
duramente para encontrar una manera de reformular la mecánica
cuántica para que pudiera encajar con su teoria. Y entre las posi-
bilidades que descubrió apareció una con la que ya se había en-
60 DE PRINCETON A LA BOMBA ATÓMICA