Page 123 - 19 Marie Curie
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mismo. Como contaba Rutherford en una conferencia que dio en
       Cambridge muchos años después, en 1936:

           No  creía que las partículas a  pudieran ser dispersadas a ángulos
           altos, porque sabíamos que eran pesadas y tenían mucha energía.
           [ .. . ] Recuerdo que dos o tres días después Geiger llegó muy excitado
           diciendo «hemos detectado algunas partículas a retrodispersadas».
           Era el hecho más increíble que me había ocurrido en la vida. Tan
           increíble como si al disparar una bala de cañón de 15 pulgadas con-
           tra una hoja de papel, la bala rebotara. Me di cuenta de que esta re-
           trodispersión debía ser el resultado de una colisión única, y cuando
           hice los cálculos vi que era imposible tener algo de este orden de
           magnitud a menos que tuviera un sistema en el cual la mayor parte
           de la masa del átomo estuviera concentrada en un núcleo minúscu-
           lo.  Fue entonces cuando tuve la idea de un átomo con un centro
           masivo, diminuto y portador de carga.

           La distribución de carga y masa del átomo que imaginó Ru-
       therford en 1911  es muy parecida a la que  conocemos hoy.  El
       átomo e_stá prácticamente vacío, y en él la carga positiva y lama-
       yor parte de la masa se concentran en un núcleo diminuto que
       ocupa su centro, mientras que los electrones orbitan a su alrede-
       dor formando una especie de nube. Este núcleo tendria el tamaño
       de una perla si el átomo completo, cuyo tamaño viene definido por
       las nubes electrónicas, tuviera el tamaño de un estadio de fútbol.
       Todas las reacciones químicas no son más que modificaciones de
       la distribución de los electrones más alejados del núcleo, algo así
       como los movimientos de los espectadores de las gradas altas del
       estadio. Pero como sucede en un partido en el cual todo el público
       está pendiente de lo que sucede en el centro del campo por muy
       arriba que esté su asiento, en el átomo, los más pequeños vaivenes
       de los electrones de la corteza vienen determinados por su inte-
       racción con la carga positiva del núcleo.
           Las inconsistencias del modelo atómico planetario de Ruther-
       ford,  en el cual los  electrones orbitaban alrededor del núcleo
       como los planetas giran alrededor del Sol, fueron solucionadas
       por uno de sus discípulos,  Niels Bohr.  Este físico  danés,  adop-





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