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telectuales, que forjarían su carácter de científico, se cuenta que
                    ya había leído los Principia mathematica (1687) de Isaac Newton
                     (1642-1727) -obviamente en latín-  y que anotaba minuciosa-
                     mente toda suerte de apuntes meteorológicos, actividad esta que
                     no abandonaría en toda su vida y que marcaría sus investigaciones
                    posteriores para culminar con la teoría atómica. Su escaso anec-
                     dotario recoge también que, con igual precisión y método, pesaba
                     todo lo que comía para comparar dicha medida con los residuos
                     que su pequeño organismo producía.
                        Aunque quizá sería exagerado tildar a John Dalton de niño
                    prodigio -a diferencia de otros casos más llamativos, como los
                     de Thomas Young  (1773-1829),  que leía a la edad de dos años,
                     Blaise Pascal (1623-1662), quien enunció por sí mismo los teore-
                    mas de Euclides antes de cumplir los dieciséis, o Carl Friedrich
                     Gauss (1777-1855),  que fue capaz de corregir a su padre la nó-
                    mina de sus empleados con tan solo tres- , lo cierto es que su
                    innata curiosidad e inteligencia se vio parcialmente truncada por .
                    las obligaciones familiares y religiosas.  No pudo estudiar medi-
                     cina como era su deseo, ni recibir formación universitaria, pero
                    sin embargo tuvo acceso, no sin problemas y tras demostrar su
                     enorme valía y tesón como científico, a la reputada Sociedad Li-
                    teraria y Filosófica de Mánchester, centro de sabiduría en el que
                     daría a conocer sus hallazgos desde su ingreso hasta su muerte.
                    Solo en los últimos años de su vida viajó con alguna frecuencia
                    por todo el Reino Unido e incluso a Francia, donde su labor fue
                    reconocida de forma casi unánime. Pero para entonces su ya de-
                    bilitada salud, como consecuencia de varios ataques al corazón,
                    le impidió seguir impartiendo sus conferencias mucho más allá.
                    Aunque no hizo falta.  Las bases de la teoría atómica moderna
                    ya estaban bien consolidadas.  Solo  quedaba,  como  veremos,
                     esperar medio siglo hasta que los genios de Ludwig Boltzmann
                     (1844-1906), Albert Einstein (1879-1955) -quien en 1905 publicó
                    su artículo sobre el movimiento browniano de los átomos- y,
                    sobre todo, el ya citado Emest Rutherford, demostraran con sus
                    experimentos en el can1po de la física la existencia real de los
                    átomos. Para Dalton el concepto de átomo era una explicación
                    idónea para comprender los mecanismos químicos y el porqué





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