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temas, el atómico discontinuo o el continuo cartesiano, cuando de
                     investigar la composición de la materia se trataba.
                         Las demostraciones experimentales llevarían a Robert Boyle
                     a dos conclusiones fundamentales. La primera era que los cuatro
                     elementos aristotélicos no eran tales elementos o principios. Y la
                     segunda, que aquellos que seguían los principios alquímicos esta-
                     blecidos -principalmente por la influyente figura de Paracelso,
                     alquimista y médico suizo muy controvertido en su época por
                     despreciar la medicina clásica o galénica, sustituyéndola por otra
                     basada en la alquimia, los metales y la astronomía-, y conside-
                     raban el mercurio, el azufre y la sal como los únicos elementos
                     fundamentales de todo compuesto, estaban equivocados. A estos
                     atacaría con dureza en su reconocidísima obra El químico escép-
                     tico (1661).

          «Es la importancia, y no el número de experimentos,
         lo que debe valorarse.»

         -  ISAAC  NEWTON.

                         Además de la famosa ley de Boyle, su principal contribución
                     científica tiene que ver con la consideración de los elementos como
                     constituyentes de la materia, pero lejos del abandonado concepto
                     aristotélico. Boyle planteaba la necesidad de la existencia de más
                     de cuatro. Distinguió además claramente mezclas de compuestos,
                     concibiendo nuevas técnicas experimentales para deducir los com-
                     ponentes de estos últimos. Fue el comienzo del «análisis» químico.
                     En última instancia, suponía que estos elementos estarían a su vez
                     compuestos de corpúsculos pequeños, sólidos e indivisibles, que
                     actuaban de forma única en las reacciones químicas. Pero no ha-
                     blaba de forma precisa de átomos, sino que distinguía entre «cor-
                     púsculos invisibles» infinitamente pequeños, cuyas asociaciones
                     formarían otros «corpúsculos de segundo orden», mayores y ya
                     visibles, y que serían los auténticos componentes de los elementos.
                     Estos segundos corpúsculos podrían asemejarse a las moleculae
                     propuestas años atrás por Gassendi. Ambos científicos, sin em-
                     bargo, discrepaban en la naturaleza del movimiento corpuscular.






         90          EL NACIMIENTO DE LA QUÍMICA MODERNA
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