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que era un corruptor de la juventud y utilizó su influencia, que no
era poca, para presionar a las revistas científicas alemanas para
que no publicaran los trabajos de Cantor.
A pesar de la oposición inicial, con el correr de los años la
teoría de conjuntos y el infinito en acto comenzaron a ser acepta-
dos. ¿Por qué se produjo este cambio? ¿Logró Cantor convencer
a Kronecker? Para responder a estas preguntas vale la pena recor-
dar el principio de Planck, que dice que «una nueva verdad cientí-
fica no triunfa porque convence a sus opositores y les hace ver la
luz, sino más bien porque sus opositores terminan muriendo y una
nueva generación crece familiarizada con ella».
Al escribir estas palabras, Planck pensaba en la mecánica cuán-
tica, pero bien puede aplicarse su principio a la teoría de cortjuntos.
A fines del siglo XIX una nueva generación de matemáticos, entre
ellos el alemán David Hilbert, empezó a ver en la teoría de Cantor
un aporte fundamental para las matemáticas. Ya se sabe que la ju-
ventud suele estar bien dispuesta a romper con tradiciones milena-
rias, de modo que es probable que aquella nueva generación no se
sintiera incómoda al romper con la visión aristotélica del infinito.
En 1890, un año antes de la muerte de Kronecker, Cantor fue
elegido presidente de la recién creada Unión Matemática Alemana
y su idea de tomar la teoría de cortjuntos corno base y fundamento
de las matemáticas comenzaba a ganar adeptos. Uno de los más
dedicados fue el lógico alemán Gottlob Frege.
FREGE Y RUSSELL
Gottlob Frege nació en 1848; es decir, pertenecía a la misma gene-
ración que Cantor, tres años mayor. Sin embargo, Frege estuvo
entre aquellos que aceptaron la teoría de conjuntos desde el co-
mienzo y fue, de hecho, uno de los defensores de la idea de que
debía servir corno base y fundamento para todo el resto de las
matemáticas.
Aunque estaba de acuerdo con Cantor en su idea general,
Frege tenía fue1tes críticas formales hacia su trabajo. Según Frege,
LA CRISIS DE LOS FUNDAMENTOS 31