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Fermat logró restituir buena parte de la obra de Apolonio,
                     según la había resumido Papo, que había generalizado los 14 7 teo-
                     remas y 8 lemas que contenfala obra original a apenas 16, pero un
                     teorema, en particular, le impedía avanzar. La demostración par-
                     cial que había dado no le satisfacía. A su vuelta a Toulouse en
                     1631, Ferrnat había empezado a analizar dicho problema a la luz
                     de una nueva técnica. Ya en 1635 existen claros indicios de que
                     usaba dicha técnica para resolver problemas clásicos. Finalmente,
                     escribió su teoría en un pequeño tratado llamado «Introducción a
                     los lugares geométricos planos y sólidos» ( en latín, Ad locos pla-
                     nos et solidos isagoge, a partir de ahora, Isagoge),  que envió a
                     París -a Mersenne y Roberval- en algún momento entre finales
                     de  1636 y principios de 1637.  Esa es la época en la que Ferrnat
                     comenzó su correspondencia con Mersenne, inundando París de
                     resultados asombrosos, no solo en teoría de números, sino sobre
                     geometría y lo que, corriendo el tiempo, se llamaría cálculo. Sus
                     trabajos atrajeron la atención de un matemático francés que tra-
                     bajaba en problemas similares,  Gilles  de Roberval (1602-1675),
                     que se convirtió en devoto admirador del magistrado de Toulouse.
                         La Isagoge era el primer paso de una gran revolución. Vi eta ya
                     había planteado resolver problemas geométricos con métodos al-
                     gebraicos, pero sus problemas se limitaban a encontrar ciertos
                     puntos que cumplieran una cierta razón o intersecciones entre fi-
                     guras geométricas simples, como una recta y un círculo, en los
                     que la solución era, invariablemente, un punto. Fermat había visto
                     más allá, logrando un resultado revolucionario: nada más ni nada
                     menos que  reducir toda la geometría (la reina de las ciencias
                     según Platón) a la humilde álgebra que, hasta una generación an-
                     terior, solo había servido para resolver problemas numéricos sin
                     aparente  trascendencia matemática.  El  matemático  tolosano
                     había inventado la geometría analítica Nos apresuramos a señalar
                     que otro gran pensador lo hizo de forma casi simultánea e inde-
                     pendiente: René Descartes, al que se le suele atribuir la primicia,
                     hasta el punto de que las coordenadas que usamos reciben el nom-
                     bre de «cartesianas». Pero si bien no cabe duda de que las ideas
                     de Descartes estaban maduras antes que las de Ferrnat, fue este
                     últin10 quien publicó primero.





          104        LA GEOMETRÍA ANALÍTICA
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