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LOS GRIEGOS


                    Volvamos al principio de los tiempos matemáticos para tratar la
                    naturaleza de la demostración matemática. Pitágoras de Samos
                    (ca. 580-ca. 495 a.C.) es un personaje sernilegendario. Casi todo lo
                    que nos ha llegado sobre el sabio fue escrito siglos después de sµ
                    muerte, y dado el carácter sernidivino que le atribuían sus segui-
                    dores, buena parte de ello es una colección de mitos. Así corno
                    una leyenda llamada Hornero fundó la literatura occidental, una
                    leyenda llamada Pitágoras fundó la matemática.
                        Una cosa es segura: Pitágoras no descubrió el teorema que
                    lleva su nombre. Egipcios y babilonios lo conocían y aplicaban,
                    pero lo hacían corno receta. Era algo que comprobaron una y otra
                    vez y habían determinado que funcionaba. En lenguaje moderno,
                    los egipcios y los babilonios usaban la matemática de forma em-
                    pírica: si comprobaban sistemáticamente que un resultado funcio-
                    naba, generalizaban y pensaban que era verdadero siempre. Eso
                    es lo que se conoce corno razonamiento inductivo, algo que los
                    humanos hacernos de forma natural: cuando encontramos una re-
                    ceta que funciona, seguirnos aplicándola, aunque no entendamos
                    por qué funciona.
                        Sin embargo, lo que hizo Pitágoras fue realmente revoluciona-
                    rio: llegó a la convicción de que no bastaba con recetas empíricas,
                    sino que había que demostrar rigurosamente que la receta era ver-
                    dadera Es cierto que Tales de Mileto (ca 630-545 aC.), el padre de
                    la filosofía, había hecho ya varias demostraciones, pero Pitágoras
                    convirtió la búsqueda de una demostración matemática en un pro-
                    grama sistemático.  Hizo  algo  asombroso:  pensar que  la receta
                    podía, en todos los casos, demostrarse deductivamente, usando las
                    reglas de la lógica, de forma que se convirtiera en una verdad eterna,
                    inatacable, imposible de refutar.  Contra el empirismo,  opuso la
                    razón: el poder de la mente sería capaz, según Pitágoras, de alcan-
                    zar la certidumbre por sí solo. Así,  una demostración basada en
                    reglas lógicas, formada por una serie de pasos que cualquiera puede
                    seguir y comprender era mejor que un millón de experimentos.
                        Pitágoras fue, hasta donde se sabe, el primero en pensar que
                    tales verdades no solo eran posibles, sino también alcanzables





         20         EL TEOREMA QUE TARDÓ 350 AÑOS EN  SERLO
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