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· gratuitamente de sus servicios. Ocasionalmente se pidió su opi-
      nión experta sobre el nuevo calendario que quería establecer la
      Revolución.
          El 24 de octubre de 1793 se decidió la suspensión del calen-
      dario gregoriano,  de origen religioso,  y su sustitución por uno
      nuevo ideado por el matemático Charles-Gilbert Romme (1750-
      1795) y el poeta Fabre d'Églantine (1750-1794). Mientras que el
      primero impulsó la adopción de una nueva manera de medir el
      tiempo que siguiera la base decimal ( al igual que  lo harían los
      pesos y medidas), el segundo buscó secularizar el cómputo (tro-
      cando el antiguo santoral por toda una panoplia de nuevas advo-
      caciones,  donde  los nombres  de  los  meses eran neologismos
      poéticos relacionados con la naturaleza: Vendimiario, Brumario,
      Frimario ... ).  Romme planteó, contando con el consejo del astró-
      nomo Lalande, que cada uno de los doce meses del año se divi-
      diera en tres semanas de diez días cada una, llan1adas décadas.
      A los 360 días resultantes (12 x 30 = 360), se sumarían 5 días suple-
      mentarios al final (tan1bién festivos y dedicados a la conmemora-
      ción de la Revolución), hasta hacer un total de 365. Y tras cada
      franciada o período de cuatro años, se añadiría un año de 366
      días. Puestas así las cosas, el calendario republicano establecía un
      sistema de cómputo del tiempo análogo en todo al del antiguo
      calendario juliano (llamado así en honor a Julio César, quien lo
      instauró en el siglo r a.C.), y que se sabía que al cabo de los años
      mostraba un sensible  desfase  como consecuencia del  cálculo
      inexacto del año trópico, es decir, del número de días que tarda el
      Sol en retomar a la misma posición dentro del ciclo de las estacio-
      nes ( debido a la precesión de los equinoccios esta duración no
      coincide con la del año sideral, es decir, con la del tiempo que
      tarda la Tierra en completar una vuelta al Sol,  que es de veinte
      minutos más). Por esta razón, el calendaiio republicano asunlió
      las mismas disposiciones que el calendario gregoriano ( denomi-
      nado así por la reforma apadrinada por el papa Gregario XIII en el
      siglo XVI)  que deseaba abolir: introducir un año bisiesto (esto es,
      de 366 días) cada cuatro años, pero dejando de añadir tres cada
      400 años (precisamente, los años múltiplos de 100 cuyo número
      de centenas no sea múltiplo de 4). Además, tras mucho pensarlo,





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