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CAPÍTULO 14
Y a habían transcurrido casi dos días desde que Kachka partiera
hacia Jerusalén y Fatma continuaba sin saber nada de él. Cada
hora que pasaba la joven se sentía más preocupada y, a pesar de
los intentos de la señora Maher por tranquilizarla, su nerviosismo y
su aflicción iban en aumento. Para la abogada palestina, la idea de
que Kachka pudiese desentenderse de ella para no ver perjudicada
su carrera era motivo de un enorme dolor. Pero más aún si lo hacía
de aquella manera tan cobarde. De todos modos, más sufría aún al
pensar que al joven teniente pudiese haberle ocurrido algo grave, y
que fuese esa la causa de no contactar con ella. No podía soportar
por mucho más tiempo aquella incertidumbre; por lo cual tomó la
determinación de salir en busca de su novio. Al menos en el cuartel
de la capital sabrían decirle lo que estaba ocurriendo.
—Saida —le dijo a su casera en cuanto terminaron de comer—.
Esta misma tarde saldré hacia Jerusalén. Tengo que saber que está
ocurriendo con Ariel. Ya no soporto más esta zozobra.
—¡Esta tarde…! —exclamó la anciana—. ¡Pero niña!... Si ni si-
quiera tienes coche. Tendrías que ir en tren o en autobús, y posi-
blemente no puedas regresar hasta mañana. ¿Dónde piensas pasar
la noche, tu sola, en Jerusalén? Allí no conoces a nadie. No quisiera
aumentar tu impaciencia, pero creo que si estás decidida a buscarle
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