Page 129 - Edición final para libro digital
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—Pregúntale si desea que vaya mañana con ella a Jerusalén —
                 dijo Abdud a su esposa después de conocer los pormenores de aquel
                 asunto—. Ella no conoce la ciudad y seguro que se sentirá mejor
                 yendo acompañada.
                    —No sé —dudó Saida—. Fatma nunca ha querido que tú te
                 enterases de estas cosas. Teme que puedas mal considerarla por no
                 comportarse como una verdadera musulmana.
                    —Pero… ¿Qué dices? —se indignó el anciano—. Tú bien sabes
                 mi manera de interpretar la religión y mi respeto por la libertad y
                 las actitudes personales. ¿Cómo ha podido pensar que me podría
                 comportar como un fanático religioso habiendo conocido nuestra
                 propia historia?
                    —Lo sé, pero ella es palestina y se ha criado en Jibaliya. Tiene
                 aún muchos temores arraigados respecto a los prejuicios de nuestra
                 sociedad. El hecho de que también nosotros seamos palestinos, y
                 musulmanes, hace que se comporte con extremado celo, sobre todo
                 ante ti.
                    —Pues no comprendo porque no le has dicho ya que yo no soy
                 de esa clase de hombres. ¿Cómo vamos a desestigmatizar nuestra
                 cultura cuando nosotros mismos promulgamos un radicalismo que
                 en nada se corresponde con el verdadero sentimiento de nuestro
                 pueblo?
                    —Abdud —le dijo amorosamente la anciana—. Aunque tú y yo
                 pensemos así, sabes bien que la mayoría de nuestra gente ve con muy
                 malos ojos ciertos comportamientos. Es normal que, al igual que la
                 mayoría de las jóvenes de Gaza o Cisjordania, ella también sea muy
                 reservada a la hora de hablar sobre ciertos temas; especialmente con
                 los hombres. Fatma te quiere muchísimo, pero no puede evitar sen-
                 tirse incómoda cuando se trata de asuntos de mujeres. A pesar de la
                 moderación religiosa de sus padres, el entorno en el cual se crio hasta
                 su adolescencia ha dejado en ella un complejo difícilmente superable.
                    —Comprendo, pero lamento que no me lo hayas contado antes.
                 De haberlo sabido habría buscado la manera de ayudarla, aunque
                 ella no me lo pidiese.
                    —Lo sé, pero no he querido traicionar su confianza. Ella misma
                 me solicitó que no te dijese nada.

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