Page 128 - Edición final para libro digital
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deberías esperar hasta mañana. A las ocho sale un tren que llega so-
              bre las nueve y media a la capital. Tienes todo el día para encontrar
              a Ariel y estar con él. Antes de que anochezca estarías de regreso.
              Además, ni siquiera sabes cómo podría reaccionar si te presentas allí
              de improviso. Podría incluso molestarle que lo hagas.
                 —Es posible. Pero si es así prefiero saberlo cuanto antes. Y que
              también él conozca cuanto antes las consecuencias de nuestra rela-
              ción. No quiero seguir padeciendo esta inseguridad. De todas for-
              mas, mi intuición me dice que él nunca me abandonaría de esta
              manera. Temo que algo ajeno a su voluntad le impide llamarme. Si
              voy a la capital podré al menos conocer la razón.
                 —Te comprendo hija mía. Pero sigo creyendo que sería mejor
              que salgas mañana por la mañana. Al fin y al cabo, tan sólo son unas
              horas más. Además, es posible que contacte contigo hoy mismo.
              Hazme caso y espera hasta mañana.
                 Fatma dominó su ansiedad el tiempo suficiente como para valo-
              rar positivamente el consejo de la señora Maher y decidió hacer lo
              que la anciana le decía.
                 —Está bien, quizás tenga usted razón. Esperaré a mañana.
                 —Es lo mejor Fatma. Haces bien en seguir mi consejo —le dijo
              Saida aliviada.
                 Las horas transcurrieron lentas y asfixiantes para Fatma. La no-
              che envolvía lentamente la ciudad y ella continuaba sin tener noticia
              alguna sobre Ariel. Le estaba costando mucho sobrellevar su angus-
              tia, mas ya nada podía hacer hasta la mañana siguiente.
                 Abdud notó el malestar de Fatma. A pesar de que nunca solía
              preguntar sobre los asuntos de las dos mujeres, esa noche se sentía
              preocupado. Decidió llamar a su esposa aparte para consultarle so-
              bre la razón de que la joven estuviese tan nerviosa.
                 —Saida, ¿qué le pasa a Fatma? Esa chica no está bien hoy. La veo
              muy angustiada.
                 La señora Maher decidió entonces contarle a su marido la situa-
              ción de la muchacha. Al fin y al cabo, también él quería a la joven
              como si fuese su propia hija, y tenía derecho a saber lo que le estaba
              ocurriendo. Por otra parte, en aquella situación, la canosa mujer ya
              no se sentía en condiciones de ayudar sola a la muchacha, y Abdud
              sería un gran apoyo para ambas.


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