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CAPÍTULO 16.
penas pasaban unos minutos de las nueve y media cuando
el tren procedente de Tel Avid arribaba a la Malcha Train
AStation, en Manahat. Fatma y Abdud debían atravesar toda
la ciudad para llegar a las inmediaciones del Monte de los Olivos,
donde se encontraba la academia militar, en la cual debería estar,
supuestamente, Ariel. Casi siete kilómetros a través del saturado
centro. Incluso tomando un taxi no llegarían al lugar en menos de
media hora.
—Sé que estás impaciente por llegar a la academia, pero aún
es temprano y no es una buena hora para presentarse allí. Hasta el
mediodía, al menos, no creo que podamos ver a Ariel. Podríamos
pasear un poco por la ciudad, a ti te vendría bien para relajarte y a
mí para las articulaciones —le dijo Abdud a Fatma.
—Sé que a estas horas no permiten visitas a nadie, pero al menos
podré enterarme si está bien.
—Te dirán que está bien, seguro, y entonces estarás durante
horas azorada por la duda respecto a los motivos de su incomuni-
cación. Creo que lo mejor es que vayamos cuando sea la hora de
comer, entonces podrás hablar directamente con él.
Fatma se lo pensó un momento y, a pesar de su impaciencia por
saber algo sobre su novio, tuvo que reconocer que Abdud tenía ra-
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